Opinión

¡Viva septiembre!

En septiembre no hay propósitos como en Fin de Año. Quizás sea porque el curso o la vuelta al trabajo no beben de la fuente de los deseos románticos macerados entre uvas y campanadas. O puede que la practicidad de este mes de andar por casa nos obligue a pisar firme. 

Septiembre es de vuelo bajo. Nada de filigranas. Toca rasear la realidad con encomiendas escolares y cambios de armario, sintiendo esa melancolía llamada “Estrés post-vacacional” o después de navidades, “Cuesta de enero”, un término cargado de negatividad, casi bélico, que nos hace deambular automáticos y a remolque por el umbral del otoño.

Y es que, volver a lo cotidiano impone. Te adentras en un territorio salvaje, y aunque conocido, no exento de peligros. Según lo recorres te golpean ramas de facturas e hipotecas como arbustos que impiden otear el día 30, y al andar, pisas hojas de agendas laborales que tapizan la senda, mientras el Portal de Belén ni se intuye; queda lejos. Así que acampamos al abrigo de la rutina y, como en el Oeste, formamos en círculo para que no nos electrocute la cuenta corriente.

Habremos de ir con tiento. Guardad energías. No lleguéis exangües a las próximas vacaciones. Derrochad, eso sí, bienvenidas y abrazos, erosionaos con besos de reentrada en la atmósfera de lo diario y dadle a la resignación el protagonismo que se merece. 

De paso, como en la Lotería, recordad la importancia de la salud (paellas y sangrías estivales al margen) y alentad al equipo para la cruzada invernal.

¡Ay, septiembre! ¡Viva septiembre!… Qué poéticos nos pone. Mes de diez letras, como “Vacaciones”, pero con fama de malo de película (en otras latitudes su homólogo es marzo; por lo tanto, la culpa no es del nombre sino del efecto). 

Septiembre: comienzo y cuna de tantos proyectos, bujía de ilusión… Viaje para el que no necesitas maletas porque, salvo excepciones, no vas a ninguna parte. Tan solo enfócate en la aptitud. Calma y que fluya, que enseguida la bufanda estrangulará al verano y el paraguas evitará que te empapen los recuerdos estivales. 

Al menos, que no decaiga la lírica.

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