Opinión

El Festival del Miño y “Anda ver o mar que na praia adormeceu”

Todos los años, cuando son las fiestas de Ourense, allá por junio, me acomete una especie de nostalgia por lo que fue el Festival del Miño-Canción del Mundo Celta, que dejó de celebrarse hace nada menos que 43 años. Duró desde 1965 a 1974, y lo tengo presente porque ese tiempo marca mi propia juventud y mi desembarco en el mundo laboral del periodismo y la radio, razones éstas que me hicieron conocer y vivir con especial intensidad los últimos años de aquel acontecimiento que evoco.

Posiblemente, uno de los escasos documentos sonoros que se conservan sobre aquel festival es el que yo he depositado en el Arquivo Sonoro de Galicia. Se trata de la transmisión completa que yo realicé como locutor a principios de los setenta para las emisoras de la COPE. Por lo tanto, es una edición completa de cómo era aquel festival, incluido el fin de fiesta. Se escuchan las canciones, el ambiente del pabellón, es como volver a estar allí.

El Festival de la Canción del Miño, luego Festival Hispano-Portugués de la Canción del Miño y por fin Festival de la Canción del Miño-Canción del Mundo Celta (con participación, además de españoles y portugueses, de autores e intérpretes de Irlanda, Gales y Bretaña francesa), que de los tres modos se denominó, tiene una historia curiosa y un final, a mi entender, que no merecía, acosado y atacado, sobre todo por dos periodistas que hicieron armas contra aquel acontecimiento musical que convocaba cada año a miles de ourensanos, ya en el primitivo recinto del Posío, ya en el Pabellón de los Remedios.

Fue, dentro de su contexto, un festival más dentro de los que se celebraban en España en los años 60 y 70, ni mejor ni peor. Y se celebraban muchos. Eran los que más fama los de Benidorm, el Mediterráneo (éste en Barcelona) y Mallorca. Pero también en Aranda del Duero y Costa Verde (en Gijón)

Competían autores y artistas y contaba con un fin de fiesta por todo lo alto, por el que pasaron estrellas del momento desde Juan Manuel Serrat a Nino Bravo. En 1967, un cantante y autor desconocido, llamado Víctor Manuel, ganaba el certamen musical con una algo cursi y pegadiza canción titulada “Lazos azules y rosas” (“Lazos azules y rosas/ es lo que guardo de ti./ Es, ya lo sé,/ poca cosa./ ¿Qué guardarás tú de mí). Él lo recordaba siempre.

La historia de este festival se ha contado mil veces. Nace en la Agencia de Publicidad Central, donde dos ilustres periodistas locales, Gonzalo Belay Pumares y Luis López Salgado (“Pitis”), hacen suya la idea de un ciudadano portugués. La primera edición (1965) acaba con déficit, pero la Comisión de Fiestas echa una mano y salva la situación (en total unas 200.000 pesetas de la época).

Pero en lo que luego será el Festival del Miño, organizado por el Ayuntamiento de Ourense, hay, a partir de este momento, cuatro personajes esenciales. Primero, el alcalde David Ferrer Garrido, quien había encomendado a Manuel Rego Nieto hacerse cargo de la comisión de fiestas. Rego va a contar con la colaboración del periodista Juan Carlos Villacorta, director de “La Voz de Madrid”, con experiencia en organización de festivales, y por fin Antonio Marcos Matáix, presidente de la Asociación de Representantes Artísticos, conocedor de ese mundo y bien relacionado en Madrid.

De las cosas que guardo más grato recuerdo era la fase previa, para la selección de la canción portuguesa, que solía celebrarse en el Teatro Jordao, de Guimaraes, a donde nos desplazábamos desde Ourense con Rego los representantes de los medios locales. Luego, el festival se desdobló: un concurso general de canciones de España, Irlanda, Bretaña, Gales y Portugal, y otro de canciones sólo de Galicia, con premios por separado.

Algunos de los críticos entendían que sobraba una parte y que se debería fomentar la canción de Galicia y en gallego, y por ese frente comenzaron los ataques hasta que en 1974 el Ayuntamiento, presidido ya por Ricardo Martín Esperanza, decidió echar el cierre. El escritor Carlos Casares, entre los críticos, fue uno de los que propuso esa reconversión centrada en la propia cultura musical de Galicia.

El tiempo había pasado. Atrás quedaban diez ediciones, el lanzamiento que todos los años se hacía a todo trapo en Braga, Oporto y Madrid, la retransmisión de alguna de sus ediciones por TVE, cuando era Adolfo Suárez director general, y los gratos recuerdos de aquellas noches de verano en el Posío o en los Remedios.
¿Pudo haber sobrevivido? Quizá tendría que haber evolucionado, pero sin perder de vista que era un gran espectáculo musical que permitía a los públicos de Ourense, en sus fines de fiesta, asistir a recitales de las grandes estrellas del momento, presentadas por los locutores de moda de la radio y la televisión española. Quizá el propio certamen como tal ya no era lo más importante.

Cuando Rego Nieto deja la comisión de fiestas comienza el declive hasta el final. Yo siempre recordaré una canción portuguesa dedicada al Miño que es como una parábola de la historia de este Festival: “Anda ver o mar que na praia adormeceu”.

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