Opinión

Ángel Herrera, 50 años

Se cumplen cincuenta años de la muerte de Ángel Herrera y si no fuera por algunas personas y por instituciones que él creó y que siguen vivas, nadie hablaría de él. Incluso hace unas semanas hubo un congreso sobre Iglesia y Democracia en la fundación que él creó y ni los políticos ni los obispos mencionaron su nombre. Pero fue una pieza clave en la Iglesia en lo mediático, en lo social y en lo político y su ideario y sus obras hicieron más por una transición hacia la democracia que muchos de los que se arrogan papeles clave.

Abogado de Estado a los 21 años, fue un emprendedor y un gran editor: a los 25 años fundó la Editorial Católica. Creó y dirigió El Debate durante 22 años y, después de la guerra, cuando el franquismo no le permitió resucitarlo, ocupó su sitio el YA, un periódico modélico antes, durante y después de la transición, que murió "vilmente asesinado" ya en el siglo XXI. Y creó muchos grandes diarios de provincias como el Ideal, La Verdad, Hoy, El Correo de Andalucía o la agencia Logos. También la Escuela de Periodismo del Debate en los años 20 y la de Iglesia, ya en los 60. No le gustaba el periodismo que se hacía en España ni cómo se educaba a los futuros comunicadores. Su preocupación era formar buenos periodistas y si, además, eran católicos, mejor, pero como adjetivo no como sustantivo. Un periodismo riguroso, veraz, contrastado.

Fue un hombre comprometido con la verdad y la realidad, preocupado por la ética y la deontología en el periodismo y un luchador contra las "fake news" (entonces no se llamaban así, aunque existir, han existido siempre). La buena información contra la mala información intencionada.

Y fue, además, obispo y cardenal, pero después de una larga vida como laico y sin dejar nunca de estar en la calle, en medio de la sociedad, tratando de transformarla. A los 50 años se fue a Friburgo para hacerse sacerdote. Párroco de una aldea de Santander en el 43, en el 47 le nombran obispo de Málaga. Estuvo en el Concilio Vaticano II y en 1965 le hicieron cardenal. Un defensor activo del catolicismo social, cercano siempre a los más desfavorecidos: "No podemos dejar el Evangelio cuando salimos a la calle ni dejar la doctrina social cuando entramos en un templo".

Fundó la Asociación Católica de Propagandistas, la Fundación Pablo VI, el Colegio Mayor Pío XII y muchas más. En el 45 medió, por encargo del ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, para un posible acuerdo entre Franco y Don Juan. Y, ya en Málaga, se enfrentó al todopoderoso ministro de Información Arias Salgado diciéndole que "ni censura ni consignas". Y lo hizo mediante una carta pastoral abierta a todos. Y Arias tuvo que capitular.

Fue un adelantado a su tiempo. Un hombre respetado que conocía los problemas políticos, sociales, de la comunicación. Quería transformar la sociedad. Reclamaba un papel activo para los laicos en la Iglesia y conocía uno de los sus grandes problemas: "La presencia de la Iglesia en la vida pública es hoy una asignatura pendiente y hay que aprobarla". Supo llenar ese vacío que volvió a crecer cuando murió y que sigue existiendo hoy. Casi nadie le recuerda. Si acaso, algunos saben que hay una avenida en Madrid que lleva su nombre: Herrera Oria. Se merece que le recordemos.

Te puede interesar