Opinión

Después del verano, la factura

No es por amargar el regreso a nadie, que no es eso, pero les aviso que después del verano vienen el otoño y el invierno y que habrá que esperar a la primavera -mayo- para recoger la cosecha de votos en las elecciones locales, autonómicas y europeas. ¿Sólo esas? El Gobierno de Pedro Sánchez ya nos ha dado unas cuantas ocasiones para saber que la improvisación cabalga por Moncloa y por sus ministerios, que los socios catalanes pueden dar más de una sorpresa y que Podemos, o conquista territorio -ojo, ya vuelve Pablo tras su permiso parental- y pueden pasar muchas cosas inesperadas.

Pero lo que posiblemente obligue a tomar otras medidas y lo que puede poner en riesgo la continuidad del Gobierno no es la política. La herencia recibida es, en este caso, mejor en la economía que en la política. Pero no haber hecho algunas reformas importantes, provoca que nuestra economía crezca pero sobre cimientos poco sólidos. Y aunque el sanchismo no se ha atrevido todavía a revertir muchas de las reformas de Rajoy, la presión podemita y su afán de gastar lo que no tenemos, puede obligarle a tomar medidas de riesgo. Muchos analistas, más fuera de España que dentro, apuntan que la desaceleración es un hecho a nivel mundial, que el comercio de los países del G-20 cae por primera vez desde 2016 y que la caída de las divisas emergentes anuncia un período de turbulencias. Y en lo que se refiere a España, se habla de una bajada del turismo, nuestra principal industria, el aumento del déficit exterior por una leve caída de las exportaciones y un aumento significativo del precio del crudo y, con ello, el repunte de la inflación.

Otros indicadores, como el de las pensiones llaman también a la alerta: el gasto se ha disparado un 5 por ciento, por las subidas acordadas por Rajoy, y ha llegado al récord de 9.218 millones, con un déficit anual que se disparará por encima de los 20.000 millones. Aunque el año turístico no ha sido malo, cae la llegada de británicos y alemanes, que son nuestros principales clientes. Y los hosteleros -los bares, restaurantes y cafeterías representan cerca del 9 por ciento del empleo y el 7 por ciento del PIB- dicen que la facturación crece diez veces menos que en 2017 y la contratación, la mitad.¿Se puede arreglar esto con la subida de impuestos? Digo yo que habrá que sacar el dinero de algún sitio. Podemos presiona para aumentar el techo de gasto, derogar la ley de Estabilidad Presupuestaria y subir el IRPF -lo más fácil- a todos los que ganan más de 60.000 euros brutos al año. El Gobierno podría aceptar a partir de los 120.000. Pero eso son 400 o 500 millones y vamos a necesitar muchos miles más. Del impuesto a la banca o de la Tasa Tobin ya se habla menos, pero, además, ya saben que al final si pagan los bancos, acabaremos pagando los clientes y los pequeños accionistas.

Los expertos dicen que las crisis se van gestando poco a poco y que cuando estallan nos pillan casi siempre desprevenidos. Este Gobierno, débil, que depende de la derecha secesionista catalana y de la izquierda antisistema, intentará llegar a las elecciones con medidas de marketing, aumentando el gasto público y haciendo crecer el déficit. Veremos si el sistema lo aguanta.

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