Opinión

"Se me adelgaza el futuro"

Una profunda tristeza embarga mis pensamientos; Alfonso se ha ido. Los amigos, los viejos camaradas nos van dejando. El ciclo de la vida es inevitable, tan solo un instante podemos retrasar lo que la naturaleza exige. En un eterno ciclo la vida y la muerte juegan la partida de lo posible, ninguna puede existir sin la otra; se necesitan. Sin vida, la nada; sin muerte, lo absurdo. La energía necesita de la muerte y se nutre de la esencia de la no vida. Aceptación, no resignación; lucha por la victoria, anhelo inalcanzable. En un goteo constante se van yendo aquellos que la Dama del Alba va llamando a su inexorable destino, ¡qué difícil es admitirlo! La huida, imposible; la excepción, una leyenda. La creencia, una esperanza. La filosofía, una reflexión. La razón, la búsqueda introspectiva de una explicación. 

Afirmaba Epicteto (filósofo estoico, esclavo de Roma): “La fuente de todas las miserias, para el hombre, no es la muerte, sino el miedo a la muerte”; ¡acertada afirmación! ¿Por qué no se nos enseña a admitir la muerte como natural e inevitable? ¿Por qué en Occidente se la considera un enemigo? El budismo, el hinduismo, en todas las culturas orientales se acepta la muerte como un paso necesario para renacer en la vida. En nuestro viejo mundo rural se convivía con la muerte de una forma natural; mientras el mundo urbano huye de la muerte, porque la teme, se ha alejado de ella, la ha apartado del mundo familiar y afectivo, tratando de ocultarla en el mundo hospitalario. 

Se ha ido Alfonso, leal amigo, excelente persona, servicial, comprometido y eficaz trabajador. “Se me está adelgazando el futuro”, frase que me recuerda a menudo mi amigo Liceras, parafraseando al poeta español Ángel González Muñiz, premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1985 y que hoy hago mía. ¿Cuántos amigos, parientes, compañeros y vecinos han acompañado a la Parca a lo largo de nuestras vidas?; muchos de ellos siguen presentes en nuestros recuerdos, otros se han desvanecido y su fugaz existencia se ha difuminado en el Cosmos. Pero la vida sigue. Cuba despide a Fidel en olor de multitudes, Donald Trump sigue atemorizando al mundo; en Alepo continúa la carnicería humana; la ultraderecha europea se convierte en una amenaza para la convivencia y la tolerancia y, afortunadamente, las navidades se festejarán como todos los años.

Me pregunto ¿quisieran los muertos que hemos amado que estuviéramos tristes en su recuerdo o alegres recordando la felicidad compartida? La respuesta está en el amor, este nunca muere y siempre será el refugio que nos libere de la angustia de una muerte hostil y cruel. Hoy toca despedir a Alfonso Bermúdez y contemplar como nuestra agenda pierde una hoja más. Que la tierra te sea leve, querido amigo. 

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