Opinión

Arco iris, en busca de la armonía

Madrid, Sevilla, A Coruña, Valencia, Aragón, Santiago, Cádiz, Extremadura, Baleares…, como un castillo de naipes que se desmorona, el imperio azul popular sucumbe ante el empuje de un multicolor ejército de partidos que el 24 de mayo consiguen cambiar el mapa político de España. Un futuro de alianzas post-electorales determinará los gobiernos autonómicos y los alcaldes que presidirán las nuevas corporaciones municipales.


Ya no valen estrategias partidistas, demagogias trasnochadas, populismos, ambigüedades calculadas y purismos ideológicos. Se trata de articular nuevas mayorías que devuelvan la credibilidad a la acción política desterrando la corrupción y la mentira como anejas a la gestión de los recursos públicos. Los partidos emergentes tienen que demostrar su madurez democrática flexibilizando sus propuestas y alcanzando pactos que den estabilidad a las instituciones.


Nuevos tiempos requieren nuevas formas; la prepotencia exhibida por el PP en esta legislatura, el deterioro de los servicios públicos, el aumento de las desigualdades sociales, y sobre todo la corrupción; han motivado a los ciudadanos a castigar esa forma de hacer política. Especialmente han sido ejemplarizantes las derrotas de Esperanza Aguirre y Rita Barberá, que no dudaron en utilizar las más bajas artimañas para conseguir el poder; su concepto de moralidad oficial no tiene nada que ver con el concepto de moralidad vital. El veredicto del pueblo es inapelable, porque así lo ha entendido.

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