Opinión

La ciudad del dragón

Cuando en el siglo VI una tribu eslava, los vistulanos, se instalaron en la colina de Wawel, se empezaron a poner los cimientos de la que sería la hermosa ciudad de Cracovia; aunque formalmente fue fundada tres siglos después por el legendario jefe Krakus. Esta ciudad fue la primera en ser cristianizada en toda la región y ya en el siglo XI podía jactarse de tener obispo. Era tal su importancia que durante más de cinco siglos ostentó la capitalidad de Polonia (1036-1596). Es una ciudad cargada de historia y leyendas que la hace ser especialmente sugerente para el turismo cultural, complementado con una gastronomía exquisita.

La mayor época de esplendor de la ciudad corresponde al período comprendido entre 1569 y 1795 cuando la unión de Polonia y Lituania formó la República de dos Naciones, ocupando un basto imperio. En los días que estuvimos en Cracovia hicimos diferentes tours y todas las guías resaltaron principalmente lo sucedido en el siglo XX, la ocupación alemana y el período posterior de dependencia de la extinta Unión Soviética. De su turbulenta historia queda un denso poso de rechazo a todo lo ruso y desconfianza de lo germánico; su población se siente profundamente católica llegando a identificar el país con la firmeza de la Iglesia Católica en preservar la identidad nacional; considerándose un baluarte del catolicismo rodeado de hostilidad imperialista de sus vecinos de advenedizas creencias religiosas. Lo que más nos ha impresionado es lo sucedido en el barrio judío, convertido en gueto durante la ocupación nazi: las matanzas selectivas, el traslado a campos de exterminio, el terror en que vivían los escasos supervivientes (entre ellos están Roman Polanski y el pianista Wtadystaw Szpilman); el heroísmo de muchos polacos como el farmacéutico Tadeus Pankiewicz, el único habitante no judío del gueto que regentaba la farmacia del Bajo el Aguila ubicada en la plaza Zgody y que valientemente ayudó a los hebreos. Hoy en esa plaza se puede contemplar un monumento que recuerda la represión que está representada por sillas vacías.

Plazas, iglesias, museos, sinagogas, cementerio, castillos… todas y cada una de ellas tienen su historia, su leyenda, el juego mágico de mezclar ficción y realidad le da una aureola mítica a los relatos de esta ciudad. Citaré a modo de ejemplo la leyenda del dragón que vivía en la colina Wawel devorando ciudadanos hasta que un zapatero lo mató con una ingeniosa idea. O la historia del Collegium Maius, el edificio universitario más antiguo de Polonia donde estudió Nicolás Copérnico. También cabe destacar la Torre del antiguo Ayuntamiento de 75 metros de altura. Pero es la Basílica de Santa María, situada en uno de los laterales de la Plaza del Mercado, el monumento más representativo de Cracovia y fuente de fábulas: una de ellas trata de explicar las diferentes alturas de las dos torres, construidas por dos hermanos, historia que acaba con el fratricidio de uno de ellos y el suicidio posterior del asesino (por cierto, no se puede ir de Cracovia sin encontrar el arma homicida que está colgada en la fachada de la Lonja de Paños situada en medio de la plaza). Otra de las leyendas con base histórica narra el origen del toque de trompeta (entona el “Hejnal”) que cada hora toca un trompetista en la más alta de las torres, la melodía se interrumpe bruscamente en recuerdo del músico asestado por la flecha de un soldado tártaro que disparó desde fuera de las murallas. Otros lugares que hay que visitar son la Barbacana (fortificación medieval); el complejo arquitectónico de Wawel, con la Catedral (donde se encuentra la campana de Segismundo que pesa 12 toneladas), y el Castillo, en cuyas instalaciones estuvo el cuartel general de las tropas nazis de la Polonia ocupada. Si se viaja a Cracovia es imprescindible desplazarse al Barrio Judío y visitar la sinagoga de Remut con su cementerio, la plaza de Bohaterow y ver la fachada de la casa donde vivió pobremente Helena Rubinstein, la que sería fundadora de la famosa multinacional de cosméticos (es interesante conocer su historia).

No puedo terminar este artículo sin mencionar a dos personajes que marcan profundamente el sentir popular: Karol Josef Wojtyla (papa Juan Pablo II) que, aunque nació en Wadowice (a 50 kilómetros de Cracovia), lo consideran su hijo predilecto, sintiendo por él una gran adoración e inmenso orgullo. El otro personaje es Oscar Schindler (natural de la República Checa), que fue universalizado por Steven Spielberg y reconocido por la comunidad judía como “justo entre las naciones” por haber salvado del genocidio a 1.200 judíos; sin embargo, muchos lo consideran un oportunista y tienen serias dudas de su integridad moral. Después de visitar su fábrica, hoy convertida en museo interactivo (es imprescindible visitarlo a poder ser con guía), me inclino por considerarlo un ser humano ambivalente, como casi todos, pero que debe ser juzgado por el terrible momento histórico en que se desarrollaron los acontecimientos… creo que su actuación ha sido más valiente que la del zapatero que mató al dragón.

Te puede interesar