Opinión

La cultura, el cóctel de la libertad

Krajina 1993, la familia de Iván llevaba viviendo en la ciudad de Dragovic varias generaciones, su infancia había sido feliz, la mayoría de sus conciudadanos eran de origen serbio; aunque la región había sido reclamada por Croacia. Hacía dos años que habían declarado la independencia y, aunque vivían en paz, se respiraba en el ambiente una contenida tensión; los apellidos eran la fuente de identidad de cada uno de sus habitantes. En el año 1995 el ejército croata invadía la región, se iniciaba la Operación Tormenta; 250000 personas de origen serbio son expulsadas de su patria, sus propiedades confiscadas y muchos de ellos fueron torturados y asesinados. Se trató de una sofisticada limpieza étnica promovida y dirigida por el Presidente Croata, el criminal Franjo Tudjman. La familia de Iván huyó y se refugió en la ciudad Vukovar que se encontraba bajo mandato de las ONU; después de tres años de malvivir vieron con horror que las Naciones Unidas entregaban a Tudjman el control de la región y un nuevo éxodo se inició, desde entonces  Iván y su familia son apátridas y carecen de los derechos de ciudadanía.

¿Es consciente el ser humano de la temporalidad de su existencia?; cada vez estoy más convencido de que para huir de una consciencia angustiosa se busca el dominio sobre los demás. Todo ello en la proporción del ámbito territorial y social que el dominador controle, la familia, el trabajo, la escuela… llegando a su máxima aspiración cuando controlan al Estado. Los instrumentos de control son los mismos: la violencia, el miedo y la mentira aderezados por el poder del dinero. Es tal sometimiento de las víctimas que muchas de ellas llegan a alabar a su verdugo y satanizar a la libertad y la tolerancia. No debemos olvidar que las masas apoyaron a Hitler, Mussolini, Franco, Mao, Stalin… y, recientemente, al presidente coreano Kim Jong-un.

He leído recientemente la obra de María Antonia Iglesias: “Maestros de la República” y de su obra recojo el texto de Narciso de Gabriel y Xosé Manuel Sarille sobre el asesinato en septiembre de 1936 del maestro Arximiro Rico: “Y en la sierra de Montecubeiro sucedió lo que resulta más estremecedor. Le cortaron los testículos. Le quitaron los ojos. Le cortaron la lengua. Y lo remataron a palos y a tiros de escopeta”; su delito ser un maestro librepensador y defensor de la cultura. Uno de los falangistas asesino cruel tiene nombre y apellidos “Bartolomé Fernández Valdeiglesias”, y lo hizo amparado por una ideología y un poder que encarnaba el traidor Francisco Franco Bahamonde. 

Miedo, mucho miedo se respiraba en la España de Franco; una paz ensangrentada por la dura represión y el desamparo de sus habitantes. Y sin embargo sigue habiendo defensores del dictador, hay muchos que se identifican con el pensamiento totalitario del mayor genocida de la historia española.    

 Es tal el influjo sociológico del franquismo, que determinados supuestos detractores de su régimen actúan en la misma dirección de exclusión totalitaria. La propuesta de eliminar del nomenclátor de la ciudad de Sabadell a destacados intelectuales de la historia de España, es claramente una  idea fascista. Antonio Machado, Quevedo o Goya pertenecen al patrimonio cultural de la humanidad y su obra trasciende la ideología de un historiador mediatizado por un sentimiento de odio. 

 Sin cultura no hay tolerancia; sin tolerancia no hay convivencia, sin convivencia no hay paz y sin paz no hay libertad. 

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