Opinión

El libro redentor

El día era espléndido, el sol bruñía los cuerpos de los ansiosos ciudadanos que paseaban bajo el manto protector del astro rey. Afanadas amas de casa, silenciosos jubilados, funcionarios en tiempo de café, parados de larga duración y escaqueadores laborales de tentempié matutino… todos ellos disfrutaban plácidamente de un tiempo tan generoso. Fecha histórica, según señalaba la prensa vespertina: “Hoy se juzga a los acusados de rebelión, sedición, malversación y desobediencia”, los medios de comunicación trasmiten en directo el espectáculo del año. El aspecto de los acusados es bueno, trasmiten entereza, convicción y salud; han estado privados de libertad, no han disfrutado del sol, han sido vitoreados, vilipendiados, admirados y odiados. Representan el mal para los defensores del Estado y son héroes para los secesionistas catalanes; la dualidad se manifiesta en estos presuntos golpistas con toda crudeza. La confrontación alimenta los espíritus de quienes viven las verdades absolutas asumiendo el rol de defensores de ese bien tan peligroso como la peste medieval; representan el tribalismo identitario como alternativa al autonomismo estatalizado. Contagia, embelesa, da sentido a la vida, como un brebaje cautivador esclaviza los sentimientos y enerva la razón.

El libro estaba ahí, inmóvil, esperando que unas manos generosas abran sus páginas, no pretende nada, no se posiciona, miles de signos se organizan para trasmitir el saber de quien ha legado su creación sin pretender protagonismo alguno. Es anónimo, su autor es un desconocido o una oculta pitonisa heredera de las aónides vestales. Nadie lo ve, nadie lo abre, un afanado ujier lo coloca en una elevada estantería lejos del alcance de algún despistado lector (existen raros especímenes incontrolados, son muy peligrosos).

Altivos, coherentes con su pensamiento, incómodos, demagogos, insolidarios, luchadores en la defensa de sus principios, apegados a la tierra, sensibles con su tribu, se enfrentan a duras penas como adalides de una causa perdida. Frente a ellos, la ley; la normativa que da forma al estado de derecho; los jueces, impávidos defensores del interés general; baluartes contra la barbarie disgregadora; acompañados de fornidos guerreros victoriosos en mil combates que además cuentan con el apoyo de las añoradas hordas reconquistadoras de los valores tradicionales de los padres de la patria.

El sol sigue produciendo una energía liberadora, testigo eterno del devenir de Gea, la madre y el padre de la vida, la unión hermafrodita de una Teogamia divina que instintivamente atrae a los hijos de Lilith. Todos tienen su razón, todos rinden culto a su pensamiento, todos claman a sus líderes, todos esperan que se cumplan sus deseos. Pero algo terrible está pasando, se ha despertado a la bestia y su fuego devorador clama venganza eterna contra los hijos de la libertad. Se alimenta del odio, de la insolidaridad, del fanatismo y sirve fielmente a su amo, el capitalismo salvaje. Solo el libro lo puede detener ¿Habrá quien lo abra?

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