Opinión

Gastronomía en Cracovia

Todos los años suelo hacer algún corto viaje por algún país extranjero; este año he hecho dos: uno a Alemania (Berlín) y otro a Polonia (Cracovia). En esta última ciudad he estado acompañado por mis tres hijos, ha sido un viaje delicioso, magistralmente organizado por mi hijo mayor. He disfrutado de su compañía, hemos comido extraordinariamente bien, hemos gozado de un tiempo excelente y hemos pernotado en un céntrico hotel, cómodo, económico y con personal muy agradable, ¿qué otra cosa se puede pedir?

Para aquellos que deseen visitar tan hermosa ciudad, les aconsejo que lo hagan sin prisas y que disfruten de su arte culinario. Para ello hay que saber conjugar lo sabroso, lo típico, lo barato, el servicio, el local y la ubicación; me atrevo a recomendar algunos restaurantes en los que nos hemos deleitado de estupendos menús. Para desayunar, recomiendo la cafetería Camelot, situada en la calle Swietego Tomasza nº 17, sirven diferentes zumos, tostadas de vainilla y canela acompañadas de mermeladas caseras, frutas del bosque (grosellas, arándanos, moras…). Se puede estar en terraza o en el interior (típico); el único inconveniente es que hay que pagar en moneda polaca. También es recomendable la cafetería Bristo Charlotte, ubicada en la plaza Szczpanskie nº 2, desayuno abundante, cesta con diferentes tipos de pan, zumos naturales todo ello en un ambiente muy agradable. Para almorzar es singular el restaurante Pop Wawelem, situado en la calle Gertrudy 26, a escasos metros del castillo de Wawel, en la entrada tiene una báscula para comprobar al aumento de peso entre antes y después de comer el copioso menú; las raciones son tan abundantes que obliga a los camareros a llevar una enorme bandeja apoyada en el hombro mientras en la otra mano sostienen una mesa plegable donde depositar la bandeja mientras sirve la comida; las carnes son excelentes, especialmente el codillo (golonka) y la costilla, mi consejo es pedir una ración para dos comensales, es algo más caro que la media pero queda compensado por la belleza de su terraza y la comodidad de sus instalaciones. Sin embargo, yo me quedo con el restaurante Chata, sito en la calle Krowoderska nº 21. Es un precioso restaurante de madera y asientos recubiertos con pieles, recreando una posada medieval o un mesón vikingo; comida exquisita: pierogi (empanadillas polacas cocidas con relleno de carne), zurek (sorprendente sopa en pan), shabowi (chuleta empanada) acompañada de una variada guarnición (kapuskta kiszona) de la que destaca la col fermentada (chucrut) y, sin lugar a dudas, lo más sabroso es una especie de creps rellenos de manzana. Buen precio y muy buen servicio; nos atendió la sosias de Arya Stark, la joven heroína de “Juego de tronos”, fue sorprendente.

Pero para comer muy barato (4 euros menú) están los “bares de leche” creados en época comunista. Estaban subvencionados por el Estado y tenían precios muy bajos, algo que siguen conservando. Su nombre viene de la utilización de la leche como principal ingrediente de muchos de sus platos. Nosotros comimos en uno de ellos situado en la calle Tomasza nº 24, el Milk-Bar y el menú fue sabroso.

En unos carritos callejeros se pueden comprar obwarzanek, rosquillas de pan con sal, sésamo y semillas de amapola por encima. Sirven para matar el hambre y son muy secas. Y para terminar cualquier comida un chupito de vodka, bien frío, para brindar y hacer una buena digestión. Buen viaje y buen apetito.

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