Opinión

El gran enemigo del PSOE

Los socialistas tienen adversarios, tienen rivales, tienen opositores, pero sobre todo tienen un gran enemigo y está dentro del propio partido: son los que anteponen sus aspiraciones personales sobre el interés general; también corroe la estructura del partido algún líder territorial que no le importa mostrar su discrepancia, muchas veces legítima, en los momentos clave de los procesos electorales, socavando el liderazgo del candidato y debilitando su opción ganadora. Esta gangrena interna está en los genes del partido, forma parte de su historia, lo carcome por dentro, se nutre con las mayores bajezas, de las conspiraciones permanentes, de la utilización de estrategias rastreras contra el compañero al que se cree necesario eliminar. Hay muchos cargos y ex cargos que están convencidos de que los puestos les pertenecen; son incapaces de someterse a la más mínima disciplina; hacen declaraciones aviesas con el fin de hacer el mayor daño posible y lo único que les importa es su permanencia en el poder.

Cuando un “barón” hace una declaración debe asumir que lo hace en función de la responsabilidad institucional que representa, y está obligado a ser fiel a la organización que le ha elegido para gestionar los recursos públicos con eficacia y transparencia. Cuando existan discrepancias deben resolverse en los órganos internos del partido (agrupaciones locales, comités provinciales, comités nacionales, comité federal), y si estas son profundas, lo ético y democrático es solventarlas al margen de las instituciones y nunca ampararse en estas para utilizarlas como ariete contra la organización.

Como militante de base y al margen de cualquiera aspiración política me permito exponer lo que considero mejoraría la presencia del PSOE en el escenario de la actual política española. En primer lugar, asumir el papel de la socialdemocracia como instrumento de defensa de los derechos sociales. En segundo lugar, reforzar el papel de la izquierda como redistribuidora de riqueza y defensora de la justicia social. En tercer lugar, asumir la necesidad de una regeneración de la política proponiendo transformaciones que devuelvan la confianza de la gente en las instituciones. Propongo como inmediatas: limitación de permanencia en los cargos a un máximo de ocho años (dos legislaturas); incompatibilidad de actividades mientras se ocupe un puesto público retribuido; listas abiertas en todos los procesos electorales; nulidad de las elecciones si el voto en blanco es porcentualmente mayor que el recibido por el partido más votado; desaparición de la provincia como entidad administrativa a todos los efectos; potenciación de la transparencia en la gestión y reforzamiento del papel del funcionariado, dándole estabilidad y garantizando su independencia. A nivel orgánico: reforzar los órganos colegiados como lugar de formación y debate (agrupaciones locales…); fidelidad al líder; presencia en los estamentos sociales más dinámicos; extender el proceso de primarias a todo tipo de candidaturas. respetando los resultados; fortalecer la organización como instrumento de progreso y referencia de valores y acabar con las “luchas internas” que tanto daño nos causan.

El pueblo español necesita un partido socialista fuerte, cohesionado, comprometido y con comportamiento ético inquebrantable. El no hacerlo supone una irresponsabilidad histórica con consecuencias imprevisibles. Espero que nuestros líderes así lo entiendan y se acabe con esa guerra interminable entre compañeros que tanto daño nos hace.

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