Opinión

¡Libertad!

Coincido con Jorge Luis Borges en su afirmación acerca de la libertad: “Es una ilusión necesaria”. El ser humano nace esclavo, vive esclavo y muere prisionero de sus miedos, emociones y posesiones. El alcanzar altas cotas de libertad depende del control del ego, de la capacidad de vivir el erotismo sin ataduras y del desapego de la propiedad de los bienes materiales. En los sistemas económicos neoliberales, donde el capital impone sus normas; se cree que alcanzando el éxito se goza de libertad, ¡qué inmenso error! Hasta en las democracias más avanzadas existen resortes del poder para controlar las libertades individuales subliminalmente. No se duda en comercializar la pornografía en el deseo de destruir el erotismo; se magnifica el éxito para condicionar el rendimiento superando la explotación de los demás hasta alcanzar la explotación voluntaria de sí mismo (como afirma el filósofo Byung Chul Han). Se idolatra el poder de la riqueza con el afán de sobornar las conciencias; a extremos de agonizar dolorosamente ante la proximidad de la muerte.

Tratando de eludir la reflexión sobre la existencia, se delega en el “grupo” las respuestas sobre la dualidad vivencial. La espiritualidad se compra con el “perdón”, se alcanzan altas cotas depresivas al no renunciar al remordimiento de lo “vivido”. El arrepentimiento no deja de ser un fantasma que atormenta las almas en el ocaso de la vida.

¡Qué difícil es alcanzar la felicidad, gozando de libertad! Solo los que alcanzan el amor llegan a conseguir la eternidad en el tiempo, proyectando su felicidad en un infinito temporal; afirmaba Marsilio Ficino que “amor” es “morir en el otro”. La dualidad contradictoria marca nuestra existencia en el corto período histórico en que habitamos este mundo, hemos llegado al punto de desaprender el morir al no aceptar la conclusión de la vida.

La dependencia que hemos generado para dar solución a nuestra incapacidad de vivir, nutre las entrañas de los carroñeros del control. Las almas huérfanas de recursos propios dependen de agentes externos que compran destinos y deseos. Palabras huecas se convierten en axiomas indiscutibles, se comercializa todo, se induce al ser humano a la competitividad con todos y consigo mismo. Se extiende, como una gran mancha, la sociedad enferma; se crea una tecnología que destruye las conciencias y se afianza el éxito como gran objetivo de la vida.

Termino con un pensamiento de Leon Blum: “El hombre libre es el que no teme ir hasta el final de su pensamiento”. Quizás, para el hombre de hoy, sea un deseo inalcanzable.

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