Opinión

Limpieza étnica

Los círculos se cierran, el miedo se expande como una mancha de aceite sobre un manto blanco; nosotros contra los demás. La xenofobia gana adeptos, los enemigos son los “otros”. Campos de concentración, guetos preventivos para aislarnos del peligro. La supremacía blanca se impone en los edenes del bienestar. ¿Compartir? Un coste que nadie está dispuesto a pagar; negros, gitanos, “sudacas”, musulmanes, pobres, orientales…, “huelen mal, son ignorantes, son probables delincuentes, incluso alguno puede ser un peligroso terrorista. ¡Por mucho que lo intenten no pasarán, Europa nos pertenece!, gritan los cruzados del exterminio. 

El egoísmo no tiene límites en su maldad. Un renacido fascismo se extiende por la vieja Europa, ¡el nazismo no ha muerto!, ha estado agazapado esperando el momento oportuno para lanzar su zarpa asesina sobre los malditos de la tierra y lo hace de forma sibilina amparado en sus leyes, en sus fuerzas de orden, en los exclusivos privilegios de unos pocos y, sobre todo, en el miedo y la mentira. Ciudades, países, naciones concebidas para proteger la pureza étnica, exclusivas para los adoradores de la verdad absoluta. Islas desinfectadas de parias de la tierra; purificadores muros actúan como murallas protectoras contra las avalanchas de los miserables del mundo. ¿Cuántos mueren intentando alcanzar el paraíso prohibido? ¡Qué más da, solo son carne! La espiritualidad esclavizada, el super-ego victorioso. 

Las masas aclaman a los adalides de la pureza de la raza, de la identidad cultural, de los valores eternos de una patria sacrosanta y eterna. Los nuevos caudillos arrasan en las urnas, ganan elecciones, configuran gobiernos, se sientan en los foros internacionales, dirigen ejércitos, compran y venden armas, controlan las instituciones, depuran a los sospechosos de deslealtad, manipulan la información, encarcelan a los disidentes y si hace falta no dudan en nadar en las cloacas del estado. Cualquier cosa para proteger los círculos de poder.

 Italia, Israel, Polonia, Hungría, Austria, Holanda, Malta…, territorios conquistados, baluartes del nuevo orden, rinden pleitesía a la bicéfala bestia que destruye cualquier atisbo de libertad o tolerancia. Una hidra de mil cabezas controla el orbe, jefecillos de satrapías ejecutan las órdenes emanadas por el bufón de la muerte. Un bufón satisfecho, prepotente, altivo e insensible al dolor humano. Disfruta ordenando barbaridades, se ríe del daño causado, alardea de su poder, se considera una encarnación divina; es el mal en su esencia. 

Vergüenza, ira, indignación… ¿dónde está la ciudadanía? ¿Dónde está el orgullo de los que aman la libertad? ¿Qué sienten los que creen en la democracia? Preguntas sin respuesta, alienación intensiva, mentes controladas, sumisión y miedo, mucho miedo. 

¿Y mañana?, la final del Campeonato del Mundo del fútbol. Paradojas del destino: ¿África? contra Croacia. ¡No existe la limpieza étnica!, una multicultural Francia se presenta como ejemplo de integración, de aceptación del otro. ¡Vivir para ver!

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