Opinión

La memoria y el espejo

Acostumbro a leer la Biblia, pues en ella encuentro muchas explicaciones a acontecimientos que sucedieron muchos siglos después. Por ello no me ha sorprendido leer en Éxodo 37: 38-8 (mobiliario del tabernáculo): “También hizo la fuente de bronce, y su base de bronce, de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión”. Los espejos eran fabricados de un bronce muy pulido y al lavarse, los sacerdotes judíos podían ver sus imperfecciones. La limpieza del cuerpo era primordial para la pureza del espíritu y nadie con manchas podía realizar actos de culto y esto no solamente sucedía en la cultura judía, ya que los espejos fueron muy usados en otras antiguas civilizaciones como la egipcia, la griega o la etrusca y siempre fue un instrumento en el mundo de la superstición. Muchos aún siguen creyendo que la imagen que se refleja es el espíritu de la persona que se somete su presencia. Recuerdo que en mi aldea cuando una persona agonizaba se cubrían los espejos de la casa para evitar que el alma del moribundo quedara encerrada en ellos. 

La gran cualidad de los espejos es su frágil memoria. Olvidan inmediatamente el pasado y solo representan el efímero presente, las imágenes no quedan grabadas y el olvido se convierte en norma; todo se borra, nada permanece, solo queda el bruñido de su caparazón. ¡Qué satisfacción para los viejos franquistas verse hoy convertidos en fervientes demócratas! ¡Qué orgullo para reciclados reaccionarios defender las leyes del estado de derecho! ¡Qué honor para el pacifista universitario reclamar la intervención militar en la solución de los conflictos! ¡Se jacta el racista de la defensa de la identidad patria! ¡Se complace el internacionalista en la defensa de la nación tribalista! ¡El belicoso imperialista se asusta de la guerra! ¡Y el temeroso creyente solicita la venganza sangrienta! 

Delante del espejo se acicala Rato, se recrea Pujol, se maquilla Urdangarin, se afeita Bárcenas, se trasmuta F. Granados, se embellece J. Matas… Miran su rostro y, emulando a la reina Grimhilde, quizás se pregunten: ¿soy acaso un corrupto? Y la respuesta que les da el espejo supongo que será: hoy no lo pareces, estás bello y engalanado como un conquistador de corazones y la mala fama que tienes es fruto de la envidia y la maledicencia. Hay otros espejos que tienen que soportar sentir reflejar rostros siniestros, sangrientos y falaces. ¿Cómo será la imagen matutina de Erdogán que compra petróleo a bajo precio a cambio de proteger el terror? ¿Se reflejará la efigie de los que siembran la muerte de inocentes o será rechazada como si fueran vampiros? ¿Pondrán sábanas sobre los espejos de sus hogares los traficantes de armas, para no horrorizarse al verse reflejados? ¿Tendrán espejos en sus hogares G. Bush, Aznar, Blair y Barroso? 

Los espejos tienen un enemigo demoledor ¡las fotografías!; ellas si tienen memoria. Franco saludando a Hitler en Hendaya. Franco bajo palio en procesiones y actos litúrgicos. Rato sonriendo mientras tocaba la campanilla de la salida a bolsa de Bankia. La foto de las Azores de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Granados inaugurando una prisión. Bárcenas haciendo la puñ…a los ciudadanos en el aeropuerto de Barajas. La histriónica comparecencia de J. Pujol en el Parlamento catalán, amenazando con soltar la lengua y ensuciar a todo hijo de vecino… Aunque la memoria es frágil, más frágil es el vidrio que configura a muchos espejos, claro que donde hay dinero hay espejos mágicos que permiten entrar en un mundo inverso, así lo vio Lewis Carroll.

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