Opinión

Nicolasillos

Este país es, sin duda, singular. En un panorama complicado, donde las instituciones son incapaces de dar respuesta satisfactoria a los graves problemas que preocupan a los ciudadanos; surge la figura histriónica de un personaje de sainete apodado, no podía ser de otro modo, “pequeño Nicolás”. Lo que no debía de pasar de anécdota, se convierte en noticia de primera plana; telediarios, programas televisivos, entrevistas… alimentan el ego del personajillo que aspiraba a ocupar los espacios que ahora precisamente ocupa. Ha conseguido sus objetivos, que eran fundamentalmente que se hable y escriba sobre él; pero a cambio España ha quedado equiparada a un reino medieval, donde cualquier bufón podía intervenir en los asuntos de estado contando para ello con la protección del rey o de un poderoso noble. Y lo más grave es que surge la duda de cuántos Nicolasillos existen pululando por el entramado político-social que hemos tejido en estos últimos años. ¿Cuántos de ellos hay asesorando a aquellos que tienen altas responsabilidades? ¿Cuántos han hecho carrera a la sombra de las juventudes de distinto signo, aparentando y presumiendo de grandes contactos que les abrían las puertas a una fulgurante ascensión a la cumbre del poder?

España se desangra; paro, corrupción, emigración, desequilibrio demográfico, confrontaciones nacionalistas, desarraigos, desahucios, marginación social, desestructuración económica derivada de la crisis con aumento de las diferencias entre clases sociales… Y en este escenario, una de las cadenas de mayor audiencia le dedica ¡dos horas! al imaginativo personaje para que, en un diálogo infantil, desbarre contando para ello con la inestimable colaboración de sus entrevistadores. 

Todo vale para distraer la atención del sufrido ciudadano; en el mercado mediático se ofrecen suculentos programas para olvidar la realidad que atenaza los derechos tan difícilmente alcanzados. A nivel nacional tenemos varios programas: la entrada en prisión de la tonadillera Isabel Pantoja, la muerte de Cayetana Fitz-James Stuart, las imputación de la infanta Cristina, la anulación del tercer grado de Jaime Matas, los desvaríos injustificables del presidente de Extremadura, las mentiras de Rajoy, los discursos de Cospedal, la incógnita de Podemos, las rectificaciones del PSOE…, pero la palma se la lleva el pequeño Nicolás con la obra “el mundo imaginario hecho realidad”. 

Desde el momento de la irrupción de Nicolás en la vida de los españoles algo ha cambiado; los misterios que rodean su irreal mundo se han convertido en la mayor incógnita de las muchas que tiene este país. Pero en España, todo es posible: se heredan los cargos políticos; se aplaude la subida de impuestos; se legisla sin aplicar las leyes; se entroniza a cualquiera para posteriormente decapitarlo sin piedad; asistimos impávidos a la dimisión de la ministra de sanidad, Ana Mato, que llega tarde y cuando ya el desprestigio era clamoroso. Pero la guinda la ha puesto el arzobispo de Granada, arrojándose al suelo ante el altar en señal de arrepentimiento por su “ceguera” en los casos de pederastia de sacerdotes de su diócesis que durante años han destruido la vida de varios jóvenes con impunidad y alevosía.

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