Opinión

Pesadillas

Una terrible pesadilla invadió los sueños de la joven adolescente que, sobresaltada, emitió un alarido escalofriante. Todos los habitantes de la casa acudieron presurosos y alarmados al dormitorio de la muchacha. Estaba lívida, con los ojos muy abiertos, los labios torcidos reflejaban el profundo el terror que atenazaba sus miembros. Pero lo más espectacular eran sus incontrolados temblores y su incapacidad para articular palabra alguna. Su padre la abrazó mientras su madre la acariciaba compulsivamente. Transcurrieron varios minutos antes de que la muchacha empezara a gemir, primero lentamente, después apresuradamente como si quisiera evadirse mediante la respiración. Poco a poco fue recuperándose y ante las preguntas de sus padres, entre sollozos, les relató lo que había soñado. 

-Estaba en el Instituto, llovía torrencialmente, las clases había terminado, pero nadie se atrevía a salir; de pronto se abrió la puerta y entraron en el aula cinco hombres vestidos de negro portando fusiles de asalto. Separaron a los chicos de las chicas; a ellos los obligaron a salir mientras que a ellas las ataron a sus sillas, las conminaron a estar en silencio, los minutos parecían horas. De pronto se oyó una detonación y un resplandor iluminó la clase, los cinco hombres nos obligaron a levantarnos y abandonar el recinto. Alinearon a todas las alumnas en el patio y nos forzaron a cantar un himno militar; las que lo desconocían recibían latigazos en el rostro y eran arrojadas al suelo…

La joven enmudeció, en su memoria estaba viva la imagen de las niñas nigerianas raptadas por la organización terrorista Boko Haran. Han pasado años y muchas continúan prisioneras de los secuestradores sometidas a todo tipo de vejaciones; con la pasividad de la comunidad internacional que no ha actuado con la contundencia que el caso requiere. En su alucinación, la adolescente se sintió abducida por una energía desconocida que la trasladaba al pueblo de Chibok en Nigeria y la sometía al horror de la organización terrorista. 

Las miradas de sus padres reflejaban la preocupación por el impacto que había sufrido. Al anochecer había estado viendo un programa de televisión que relataba casos no resueltos de secuestros masivos. Los progenitores eran conscientes de la extrema sensibilidad de la joven; decidieron pasar el resto de la noche en su compañía y aprovechar la ocasión para tratar de convencerla de la necesidad de analizar los acontecimientos desde la lejanía y la solidaridad compartida. Pero en el fondo de sus corazones eran conscientes de que la empatía con el que sufre es imprescindible para lograr un mundo mejor.

Al día siguiente la joven se dirigió al Instituto. Iba triste pero estaba decidida a compartir con sus compañeras algún tipo de acción para tratar de convencer al Gobierno para que reclamase a la ONU la intervención necesaria para liberar a las estudiantes nigerianas. Su tutora la autorizó para que expusiese el tema que le preocupaba y cuando terminó de hacerlo vio con sorpresa que sus compañeras también incluían la solidaridad con las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, también con los niños palestinos asesinados por el ejército israelí, con los jóvenes obligados a convertirse en soldados de milicias asesinas, con adolescentes convertidos en mineros en la extracción del coltán, con los miles de niños que deambulan por las calles de las ciudades de Sudamérica, con aquellos adolescentes convertidos en esclavos de las multinacionales de la confección de ropa, con las jóvenes mutiladas para convertirse en seres sin sexo… Entonces se dio cuenta que la pesadilla que había soñado era una realidad para millones de adolescentes como ella y en aquel instante se comprometió a dedicar su vida a la lucha por un mundo más justo, solidario, en el que la ética sea el punto de partida en las relaciones entre los seres humanos. Aquella noche durmió serenamente.

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