Opinión

Polaridad felina

El gato maullaba lastimosamente; era un sonido rítmico, continuado y terriblemente molesto. El pobre animal manifestaba una melancolía propia de quienes han perdido a un ser querido y han quedado desamparados. Un caminante se detuvo y acarició al minino, fue una caricia de amor que al instante serenó la angustia del felino. Se hizo un silencio espeso y, como si se tratase de un filme de terror, inesperadamente el gato, muy enfurecido, se lanzó al cuello del viejo peregrino. Un grito desgarrador fue la respuesta del anciano que no comprendía la violencia desatada por el escuálido animal.

Brasil, Jair Bolsonaro, candidato de la ultraderecha, xenófobo, machista, homófono y racista, encabeza las encuestas para presidir el país. Lula, el fallido candidato de las clases populares, está en la cárcel inhabilitado por la Corte Suprema de Justicia. Vota el pueblo; el gato afila las uñas.
Italia, tradicionalmente país de emigrantes, apoya mayoritariamente al líder de la Liga Norte y actual ministro del Interior, Matteo Salvini, en su negativa de acogimiento de migrantes en las costas italianas, sin importarle el destino de cientos de seres humanos abandonados a su suerte en el Mediterráneo. El gato bufa sordamente y vigila su guarida.

Cataluña, primero de octubre, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, jalea a los cachorros del independentismo instándolos “a apretar”. Éstos, enardecidos y obedientes, lo abuchean pidiendo su dimisión y posteriormente tratan de ocupar el Parlamento enfrentándose violentamente con los mossos d’esquadra. El cacareo de los felinos anuncia la caza del ratón.
EEUU, el “clown” continúa con sus bufonadas carentes de gracia y sumamente agresivas contra los derechos de ciudadanía. En un alarde de prepotencia gansteril trata de incorporar al Tribunal Supremo a un “carablanca” vomitivo disfrazado de juez. El gato ronronea en una celda ovalada.
Galicia, tradicional feudo del conservadurismo más rancio, los campesinos claman por sus derechos cívicos, revindican igualdad como ciudadanos de un Estado de derecho y denuncian el trato discriminatorio con otras nacionalidades y regiones de España. La fiera dormida pasa del ronroneo al alarido más intimidatorio, pero el cancerbero los seduce “una vez más”.
España, súper ratón ha sido cazado, los mininos maúllan de placer, la justicia felina le ha condenado sin perdón. Gato rojo vence a gato negro. ¿Habrá redención?

Terras da Limia, año en curso, muy de madrugada, las calles desiertas, la hora de los somormujos lavancos residentes en las charcas de las areneras, hijas putativas de la añorada Lagoa de Antela. Las majestuosas aves se aventuran por los intrincados recovecos del depauperado río Limia; el avezado cazador observa tan grácil presa y se lanza sobre ella,¡fracaso! Un chotacabras oculto en la maleza ha dado el aviso y los somormujos han elevado el vuelo. 
China 1960, Deng Xiaoping: “Da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. ¿Quién es el ratón, quién el gato? En España eso no está claro.

 En mis viajes he visto cientos de gatos en las plazas de Lima (Perú), en los tejados de Alepo (Siria), en el barrio del Khalili (El Cairo, Egipto), en las calles de Plaka (Atenas)… y en las rúas de Xinzo en mis paseos de madrugada, y he disfrutado del murmullo mezcla de ronroneo, maullido y gruñido, siempre sin intentar acariciarlos, por si acaso… 

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