Opinión

Rimbeccare

Prosper Mérimée, en su obra “Colomba”, utiliza la palabra “rimbeccare”, en su acepción corsa, para expresar el reproche ofensivo y público que todavía no ha sido vengado. Los genoveses, cuando controlaron Córcega, castigaban severamente a los autores de un “rimbecco”. 

La comparecencia del expresidente del Gobierno J.M. Aznar en la comisión de investigación sobre la financiación ilegal del PP, ha puesto en evidencia la falta de rigurosidad en la intervención de los comparecientes y la ineficacia de las comisiones de investigación para la clarificación de los hechos investigados. Aznar ha estado agresivo, chulesco, prepotente y jactancioso; se ha burlado del Congreso y ha demostrado su desprecio a los representantes de la soberanía popular; con la consiguiente irritación del presidente de la comisión, el diputado canario Pedro Quevedo, que ha sido incapaz de arbitrar el debate. El expresidente ha mentido con contundencia en una intervención dirigida fundamentalmente a sus incondicionales, ha demostrado que sigue representando la ideología más ultraconservadora de la clase política española y, ante la carencia de un liderazgo claro de la derecha, ha tratado de demostrar que sigue reuniendo las agallas necesarias para seguir ocupando el papel de caudillo y líder de la cruzada contra los enemigos del Estado. Su entrada triunfal, rodeado de la cúpula de su partido, escenifica el fin del marianismo y el retorno del aznarismo. 

No pretendo juzgar a nadie por su conducta política, cada uno es muy libre de pensar y ejercer su libertad para desarrollar cualquier actividad como ciudadano en un estado democrático. Pero sin embargo, creo que hay hechos que marcan la historia de aquellos dirigentes cuyas decisiones han determinado la vida de sus semejantes. No podemos olvidar que J.M. Aznar ha sido corresponsable de la guerra de Iraq, de tan funestas consecuencias: la destrucción de un estado, la radicalización del islamismo, la inestabilidad del mundo árabe, el incremento del terrorismo y cientos de miles de víctimas inocentes. Sin embargo, a pesar de todo su vanidad le empuja a seguir manteniendo los argumentos que nos implicaron en tan sangriento conflicto; teniendo en cuenta que los otros dos responsables, léase G. Bush y Tony Blair, han reconocido, aunque parcialmente, sus errores. También es innegable su responsabilidad política, por activa o por pasiva, en la financiación ilegal de su partido, que él presidia en el período juzgado y condenado por los tribunales de justicia. 

La vuelta del aznarismo tendrá consecuencias en la dinámica de la política española. La pugna entre Pablo Casado y Albert Ribera se acentuará y las desavenencias llevarán a una lucha fratricida por captar el voto de la derecha española. La ascendencia de J.M. Aznar sobre ambos líderes radicalizará el conflicto catalán y acentuará el papel de oposición implacable al gobierno de Pedro Sánchez. 

Afortunadamente, en nuestras costumbres no se responde violentamente a quien es merecedor de un “rimbeccare”, y las afrentas políticas se dirimen en el campo de la dialéctica, cuyo foro más importante es el Congreso, de ahí la responsabilidad de la clase política en dignificar la sede de la soberanía del pueblo.

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