Opinión

Transparencia peligrosa

Día gris, la lluvia golpea suavemente los cristales de mi casa, anochece con lentitud, mientras trato de pensar en los acontecimientos de los últimos días. Cientos, miles de noticias se superponen a una velocidad que rompe nuestro umbral de percepción y análisis. ¡Libertad de expresión!, gritábamos en los sesenta. ¡Libertad de pensamiento!, hemos de gritar hoy. El exceso de transparencia obnubila el entendimiento, limita la imaginación y condiciona la voluntad. ¿Qué porcentaje de información somos capaces de procesar en cada nuevo día?, ¿cómo racionalizamos la respuesta inmediata a cada información?

El ser humano debe de tener una respuesta individualizada a cada estímulo que recibe. La coincidencia en la respuesta supone el inicio de un cambio social que, en función de la percepción por parte de la clase dirigente de las respuestas sociales, debía generarse una “Idea” política. Sin embargo las capas dirigentes tienen recursos ilimitados para paralizar ideas que tiendan a modificar sustancialmente la pirámide del poder, y asignan a los teóricos representantes del pueblo la gestión de los asuntos de Estado. Por eso cuando alguien rompe los equilibrios del poder se altera el orden social y surge el miedo al caos. 

Los poderes fácticos tratan de aniquilar al advenedizo que racionaliza la información, selecciona lo trascendente y propone una respuesta al resto de la colectividad y para ello elabora su “Idea”. La materialización de la teoría en una realidad viene determinada por sus posibilidades, y siempre debe ir encaminada a mejorar las condiciones socio-económicas de la población. La viabilidad o la utopía son valoraciones subjetivas, hasta que se esté en condiciones de aplicar lo sustancial emanado de la “Idea”. Sin embargo, la tiranía de la transparencia obliga a positivizar cualquier información, y para ello hay que demonizar la contraria, en un juego donde el sistema justifica todo aquello que lo sostiene. Tal vez esa sea la razón que explica la escasez de ideas y la descomposición de la actividad política.

El viejo régimen desapareció tras una agonía sangrienta que duró desde la Revolución Francesa hasta el final de la primera gran guerra. El paradigma surgido de la revolución fue el germen de las democracias, y estas nunca llegaron a desarrollar plenamente las ideas latentes en los enciclopedistas aunque, tras largos procesos de reivindicaciones, la sociedad ha ido progresando con intervalos causados por crisis cíclicas del “sistema” que, paradójicamente, se retroalimenta de las mismas, pues son consustanciales a su esencia.

El pensamiento en la actualidad está condicionado por la información, la tecnología, las comunicaciones y por la energía. Los poderes que controlen esos pilares dominarán el mundo y lo harán sin opacidad y con el apoyo de las masas, que serán puntualmente informadas de todo aquello que sea necesario para mantener el orden. El mal se identificará con la libertad de pensamiento al margen de la información oficial. La ética estará condicionada por la moral absoluta de un sistema acrítico y, sin embargo, esencialmente transparente. 

Ya es noche, la somnolencia se apodera de mis párpados, dudo si enviar este artículo. Tal vez sea confuso y aparentemente contradictorio. Es hijo de un día de verano otoñal, quizás por ello se parezca a su padre y yo, como madre, he decidido que vea la luz.

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