Opinión

Verdad y libertad

He estado disfrutando de la compañía de sabios tertulianos que iluminan mi camino con su conocimiento de la vida. Esta vez, reflexionando sobre lo que he oído, he conseguido empezar a resolver una de mis grandes dudas (o al menos eso creo): la vinculación de libertad con la verdad. Las enigmáticas palabras pronunciadas por Jesús y recogidas en los Evangelios: “La verdad os hará libres” (Juan 8: 32) tienen un profundo significado que nos conduce a la integración en la Conciencia. Durante años he buscado el significado de la palabra “verdad” que tanto gusta utilizar a los pastores que guardan el rebaño, una verdad única, absoluta y excluyente que absorbe toda reflexión y que puede llegar a prescindir de la ética del amor. Esa verdad no existe y conduce a la esclavitud porque carece de ética. 

En el libro “La ventana del visionario”, Amit Goswami define las acciones éticas como aquellas que tienen en consideración a los demás. Todas las religiones y filosofías, a lo largo de los siglos, han tratado de recoger ese pensamiento como axioma sobre el que gira todo comportamiento que conduce a la auténtica libertad. El hinduismo, el zoroastrismo, el taoísmo, el budismo, el confucionismo, el jainismo, el judaísmo, el cristianismo, el islam o el sijismo coinciden en afirmar (recojo la máxima confucionista como ejemplo): “No hagas a los demás lo que no quisieras que ellos te hicieran a ti”. Esta universalización ética sirve para discriminar a seres humanos libres porque obran con la verdad, de aquellos otros que actúan en función de lo que creen su propio beneficio, al margen de la verdad, lo que los convierte en esclavos de sus actos y prisioneros de su ego.

El presidente de EEUU, Donald Trump, representa al ser humano esclavo de sus mentiras; sus discursos están plagados de odio y carentes de cualquier atisbo ético. Desprecia el mandato del pueblo que dice representar. Su ego lo tiene dominado y su acción de gobierno está presidida por la sombra dominante de su espíritu mezquino que busca desesperadamente el éxito y la fama sin preocuparle los efectos que cause en su prójimo, al que desprecia.

Otros recientes acontecimientos ponen sobre la mesa las distintas explosiones emocionales que posicionan a los seres humanos en el camino de la verdad o la mentira. La irrupción del feminismo como movimiento de masas en busca de la verdad es sintomático en colectivos que saben que la suma de individualidades transforma el devenir de la historia. Un pujante deseo de solidaridad con los más débiles se confronta con la intransigencia xenófoba de los utilitaristas que convierten la ética en una cuestión de conveniencia de su círculo tribal. Tienen las emociones negativas (miedo, lujuria, ira) conectadas al cuerpo vital, lo que conocemos como instintos, y por ello la intolerancia se hace dueña de su ego, porque temen que la sangría migratoria sea imparable y que nada ni nadie pueda impedir que cientos de miles de hambrientos huyan de la muerte y se arriesguen a penosas vicisitudes en busca del paraíso del bienestar; buscan la libertad porque su verdad es la miseria y la esclavitud. 

Creo que la verdad es el camino de la libertad y es al sistema educativo al que le corresponde garantizar que el pensamiento individual debe preservarse en un campo donde la verdad sea una emanación de la ética. Sin ética no hay verdad y sin verdad no existe la libertad.

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