Opinión

Todo parece mejor si lo haces corriendo

Al año y medio, un niño ya es capaz de caminar por sí solo. Ahí empieza todo. No contento con ello descubre que puede hacerlo más rápido y decide, de un modo natural, que todo es mejor si lo haces corriendo. La mayoría nos pasamos la infancia corriendo porque sí.

Ya no juegas sentado en el suelo, lo haces entre pequeñas carreras que disputas por el pasillo de casa: hasta el fondo, volver y de nuevo hasta el fondo. Los 100 metros lisos infantiles y caseros. Ya no caminas hasta el colegio sino que aceleras todo el proceso sin darte cuenta porque si lo haces llegarás antes a tu destino, el mundo toma un ritmo frenético que visto desde esa perspectiva tan cercana al suelo se vuelve fascinante, más todavía, si tenemos en cuenta que el niño nunca nunca se cansa. Tampoco tiene prisa por hacerse mayor antes de tiempo, pero es que todo es mejor si lo haces corriendo.

Adolescentes juegan partidos de fútbol interminables, sin horarios, donde ya solo haces un “sprint” si vas a marcar un gol, porque siempre quedan fuerzas para un último esfuerzo goleador. Al terminar, otra pequeña galopada hasta casa. En casa todo sucede a un ritmo normal, es como estar a salvo, ya lo dice Fran "todo lo malo que nos pasa, nos pasa por salir de casa".

"El Menos malo en algo"

De adulto uno corre menos. Quizás no menos, pero sí de otra manera, casi con egoísmo. Sí, por egoísmo, por no ser el último en algo, nadie nunca quiere ser el último en llegar o en hacer, así que apuras todo lo que puedes por estar más cerca del primero. Porque estar cerca del primero te brinda el falso título de "menos malo en algo". Así, las carreras diarias ya se hacen por orgullo.

Corremos para ir a trabajar, pasa salir de trabajar. Somos capaces de correr en la comida, de correr el cigarrillo. Corremos a la parada de autobús o incluso para cruzar un semáforo en verde que nos brinda la libertad de escoger nuestro propio ritmo. Corremos bajo la lluvia a pesar de que así nos mojamos más, corremos al banco a pesar de saber que seguirá ahí con una enorme cola esperando. Dejamos la compra a medias por hacerla demasiado rápido con pequeñas carreras entre los pasillos del supermercado. Porque parece que los días también van demasiado rápido, y si no corremos, si no nos damos prisa, perderemos un tiempo que en verdad no existe, porque el tiempo es el que es.

Demasiadas prisas y urgencias. Al final disputamos carreras rutinarias sin darnos cuenta, porque después de aprender a caminar aprendimos a correr y aunque a menudo es mejor ir caminando y no corriendo, todos creemos en el recuerdo del niño que pensaba que todo es mejor si lo haces corriendo.

Tengo amigos que corren porque sí. Como lo hizo Tom en aquella película en la que no quería llegar antes a ninguna parte. Cuando le preguntaron porque corría respondió con un "porque sí" dejando claro que no hay que justificar todo lo que sucede, que a veces uno hace las cosas por el simple hecho de querer hacerlas. Que las prisas y urgencias pueden convertirse en un escape, como el que escucha un disco emocionante, o mejor dicho, como el que se emociona con un disco.

Tengo amigos que corren porque sí, que se juntan cada año y en cada Noviembre para compartir una carrera en mitad de la ciudad, una tradición en la que lo más importante no es ganar sino llegar. Van con sus parejas, con sus hijos, padres o abuelos. No hay juicios de valor y para la mayoría no hay competición ni lucha, no hay prisa por llegar a ningún sitio. Llegar el primero ni siquiera entra en los planes de una gran parte de los asistentes, ni llegar el primero ni cerca del primero. El premio es acabar. No vas a ser el menos malo.

Cuando de niño aprendes a correr, nadie te explica que lo harás durante toda tu vida, que la carrera solo se acaba cuando se acaba todo, no tcuentas con la posibilidad d que ya nunca podrás dejar de hacerlo, que no siempre es malo ir a mayor velocidad pero que no siempre es bueno tampoco. En exceso todo acaba siendo perjudicial, incluida la salud.

Todo parece mejor si lo haces corriendo, sobre todo si lo haces porque sí, por el simple hecho de querer hacerlo.

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