Opinión

Sobre victorias pírricas

Una victoria pírrica es un logro obtenido con mucho trabajo o por un margen muy pequeño, o de poco valor si se compara con el esfuerzo realizado. Esas son las acepciones actuales, recogidas en el diccionario por el empuje de los hablantes. Aunque etimológicamente, una victoria pírrica, en recuerdo de la que obtuvo el rey Pirro sobre los romanos, con miles de sus hombres perdidos en el campo de batalla, es aquel triunfo obtenido con más daño del vencedor que del vencido. Una especie de derrota victoriosa o de sangrante victoria, según se quiera ver.

No sabemos cómo acabará la huelga de taxistas en Madrid, que ha entrado ya en la segunda semana. Pero en el caso de que obtengan una victoria, quizás pueda definirse de esta manera. El conflicto es muy complejo por la multiplicidad de actores enfrentados y por la indefinición sobre quién debe ser el responsable político que satisfaga las demandas. Tampoco queda claro cuál es el objeto de la disputa. En nombre de la libertad de mercado, las empresas VTC defienden que tienen todo el derecho a participar del negocio en legítima competencia.

Los taxistas creen, sin embargo, que no es legítima la competencia si los nuevos actores entran en una actividad muy regulada sin someterse a la misma regulación. Un argumento bastante sólido, aunque seguramente, en el debate se echa en falta el fundamental: dilucidar si estamos hablando de diferentes formas de negocio o si consideramos el taxi como la tercera pata de un servicio público en la movilidad urbana. Porque si es así, sólo cabe optar precisar la regulación, adaptándola a los nuevos tiempos y realidades, en vez de apostar por la desregulación, un proceso que en nombre de la libertad de mercado suele acabar en oligopolios que trabajarán a mayor gloria del beneficio empresarial cuando el usuario ya está cautivo.

En todo caso, conforme avanza el conflicto, los taxistas están dejando pelos en la gatera. No han conseguido paralizar la vida de la ciudad, algo que habría sucedido con una huelga salvaje de metro o de autobuses sin servicios mínimos. Y algunas actitudes de piquetes y taxistas concretos están creando un caldo de desafección incluso entre quienes, aún teniendo otras alternativas, se mantenían fieles al taxi. Así que, entendiendo sus razones, deberían controlar que la sinrazón de algunos acabe dañándolas. No vaya a ser que un posible triunfo acaba siendo una victoria pírrica.

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