Opinión

Así está el mundo

Putin odia a Estados Unidos casi tanto como a los fabricantes de tapones no rellenables para botellas de vodka. Francia quiere que Le Pen no llegue jamás al poder, aunque sea a costa de Francia. Y China está convencida de que puede conquistar el mundo si consigue llenar de islas artificiales todos los océanos, y eso es algo que sólo podrían intentar los chinos. Arabia Saudí está muy contenta con casi todo lo que está ocurriendo, mientras que Turquía está siempre descontenta, pase lo que pase. Alemania quiere, a grandes rasgos, que todo siga como está durante al menos otros cien años, y los ingleses se preguntan si no será mejor convertir Reino Unido en un invernadero y no tener que respirar el mismo aire que el resto del mundo.

Marruecos quiere que nada se note demasiado, mientras que Corea del Norte pretende que se note todo y patalea en una nueva crisis de adolescencia revolucionaria. En la India siguen ocurriendo muchas más cosas de las que la prensa europea puede asumir, y Canadá continúa siendo el típico lugar del mundo al que se marcha toda la gente que ve poco divertido exiliarse en las Islas Salomón, que es un lugar estupendo para ir de caza, pero sólo si eres nativo.

A todos los efectos, España, Grecia, Portugal, e Italia, no existen, aunque no cabe la menor duda de que Italia debió existir en algún momento, porque hay ministra: se llama María Elena Boschi, y nació en Montevarchi el 24 de enero 1981. Desde que entró en el parlamento hasta los diputados italianos van a diario a la Cámara y sonríen. En Argentina, en cambio, sin Kirchner, no acaban de estar contentos pero da igual, porque antes tampoco lo estaban. Y en casi todos los países que no sabes situar en el mapa están pendientes de un posible huracán que se lo lleve todo por delante. Por eso sus políticos jamás perderían el tiempo en seis meses de investiduras y gobiernos en funciones como en Madrid.

Brasil no logra deshacerse del zika y en eso está igual que Venezuela, que no termina de desprenderse del chavismo. Bélgica es un estado sostenido sobre gruesos sillones para elefantes de la política, mientras que en Holanda casi todo el mundo está drogado, o por placer, o por enfermedad. Colombia lleva décadas exportando soluciones equivocadas al resto del mundo, mientras que Madagascar sigue siendo una mina para los que hacen los documentales de La 2 que ven todos los españoles, particularmente los que somos de Antananarivo de toda la vida.

Todos los países a los que los aliados dejaron descabezados en los últimos treinta años han servido de hervidero para radicales islámicos que están dispuestos a matar por un trozo de jamón serrano. O sea, como en España, pero literal. Incluso algunos como Siria que han mantenido a su propio tirano están en trance de perderlo, extirpado suavemente por la errante estrategia occidental, que está liderada por Obama, un hombre del que ahora ya sabemos que todo su programa político consiste en no tener que ir a funerales de marines, salvo que se hayan caído por las escaleras de West Point haciendo la grulla para un colega youtuber.

Por lo demás, hay una parte del mundo en la que hace un frío horrible y no se puede realizar ninguna actividad humana, como en Groenlandia, y otra gran porción en la que hace demasiado calor como para poder vivir en paz, es el caso de Irán o Libia. Y si algún pesado intenta estropearte la hora del café con los discursos de la nueva política europea para la gente, prueba a recitarle sin respirar las antiguas repúblicas soviéticas; la mayoría de ellas aún no se han recuperado de aquello y, por increíble que parezca, la imagen que dan en Eurovisión es lo mejor que pueden ofrecer al mundo.

Quizá el planeta sería más divertido si los países caribeños exportaran más ron y menos música, y esto es un mensaje muy especial para los nuevos raperos dominicanos y portorriqueños. Pero admito que el mundo es esencialmente un lugar hostil, y que los tambores se han mostrado históricamente más capaces de despertar guerras que de amansar a los animales. África es buen ejemplo de ello, pero las cosas no han ido mejor en Irlanda, donde casi todo el mundo tiene la habilidad de tocar la gaita.

Las relaciones internacionales se han vuelto muy sencillas en el siglo XXI. Nadie va a declarar una guerra abiertamente, porque eso es feo e impopular. Resulta mucho más estético llamar a consultas al embajador, tuitear algo sobre la madre del enemigo y, en última instancia, enviar un paquete de caviar con ántrax a cualquier gobernante molesto. Las relaciones institucionales ahora se hacen así. Y pase lo que pase, siempre llega el verano y todo se enfría. En el fondo ya nadie cree lo bastante en nada como para pasarse el mes de agosto discutiendo.

Debemos comprender que en nuestros días una parte nada desdeñable de la población mundial puede irse de vacaciones a Qatar, lo que tranquiliza muchísimo a los ricos y a los qataríes, y eso garantiza unas cuantas semanas de estabilidad al año en el 80% del planeta. Lo justo para evitar una guerra mundial, un conflicto que, de producirse, esta vez sería devastador y definitivo, a menos que las partes acordasen suspender las redes sociales. Países como China, Cuba, o el propio Qatar, en realidad, no notarían la diferencia, mientras que los islamistas tendrían que volver al proselitismo de pasquines, y eso sería un alivio para todos.

.Todo esto ocurre mientras en Estados Unidos están como locos jugando a las elecciones, que se deciden entre Clinton y un descerebrado. Sí, otra vez. Así que puede parecer que el mundo está hecho un vertedero, pero eso sería una visión demasiado optimista de las cosas. En el vertedero la basura está donde debe estar, el dinero no sirve de mucho, y a nadie se le ocurriría reciclar a Clinton, travestirlo, y ponerlo a dirigir un país, so pena de caer en las manos de un tipo al que apoyan en masa los fabricantes de laca y otras armas químicas

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