Blog | Usos y costumbres del verano

Las bodas

El verano es la peor época del año para casarse. Por esta razón la mayor parte de los novios eligen estas fechas para casarse. En los prolegómenos de una boda, en condiciones normales de presión y temperatura, dos novios sueltos elegirán siempre la peor opción posible en lo referente a la organización del enlace, que es como llaman los cursis a las bodas de toda la vida. Que a veces me pregunto si la gente que celebra enlaces se casa o se anuda.

Las normas de cortesía te disculpan de acudir a bodas en lugares remotos. Es fácil excusarse cuanto te invitan a una boda en una isla perdida del Pacífico, o cuando la boda se celebra en lo alto de una altísima montaña tomada por budistas, o cuándo el enlace se celebra en la mercería más próxima, con la asistencia de honor de los lazos más elegantes. El problema es cuando la boda es normal, el que se casa es un amigo, y lo hace a menos de un kilómetro de tu casa. Es un problema librarse de la invitación cuando estás a favor de la boda.

Y si, teniendo dispensa razonable para no ir, el novio o la novia te obligan a acudir a una boda –ocurre a menudo- en el quinto pino en pleno mes de agosto, siempre puedes vengarte. No lo olvidarán y tú pasarás un rato muy divertido.

TEMPERATURA

Después de la novia, el novio, y el cura homologado por la Santa Sede, lo esencial en una boda de ve- rano es la temperatura.En agosto oscilará entre lo polar y lo tropical sin punto intermedio, al capricho del funcionamiento del aire acondicionado.

Los novios creen que apagando el aire durante la barra libre, los invitados que están arruinando a copas la recién nacida economía familiar optarán por buscar un lugar más ventilado donde emborracharse. Error de principiante. Algo lógico, por cuanto la mayor parte de la gente que se casa por primera vez, lo hace por vez primera. A más calor, más beberán. Si quieres que se vayan, pon la temperatura al mínimo. Esto expulsará a las chicas temblando.Y tras ellas, a cuatro patas, irán saliendo desordenadamente los chicos.

En cuanto al convite, es habitual que los diferentes invitados den instrucciones contradictorias sin descanso a los camareros: baja el aire, sube el aire, baja el aire, sube el aire. No pocos camareros se han ahorcado en el conducto de aire acondicionado para no tener que seguir soportando la presión de los invitados, que se vuelven más cargantes a medida que avanza la celebración. Para evitar esta situación que a todos incomoda –a nadie le gusta tener a un camarero ahorcado en su boda-, mi consejo es que los novios señalen visiblemente a aquellos asistentes con autoridad para dar instrucciones sobre tem- peratura a los camareros. La forma más práctica es marcándolos en la frente con una pegatina con el icono universal del frío. Cuando circule por el salón un bogavante con una de esas pegatinas VIP pega- das en la frente, es hora de dejar de servir vino a los invitados.

LA NOVIA

Lo perfecto es que la novia no sea demasia- do guapa. Las novias guapas son un problema. En primer lugar, generan envidias. En segundo lugar, vuelven a aún más transparente al novio, si es que eso es po- sibleenunaboda.Yentercerlugar, se expone a ser abordada por amigos asilvestrados del novio.

En las bodas de verano se bebe más que en las de invierno. Y se pierde la compostura, como media, cinco horas antes que en las bodas del resto del año. Eso significa que hay un montón de amigotes del no- vio que podrían tirarle los trastos a la recién casada provocando incómodas situaciones que nos llevan al siguiente epígrafe.

LAS PELEAS

En principio una pelea en una boda resulta divertida, porque al menos rompe la monotonía de es- taslarguísimascelebraciones.Sin embargo, la pelea debe estar bajo control y tener su origen en algo absurdo. Es decir, no puedes aprovechar una boda para resolver una vieja disputa familiar a golpes, o para sacarle la lista de agravios a tu ex novia si está entre los invitados; y mucho menos si es ella la que se está casando.Si por alguna terrible circunstancia del destino te toca acudir a la boda de una ex novia la cortesía señala que nada ni nadie debe saber, ni mencionar, ni recordar, que ella y tu alguna vez compartisteis pinchos de tortilla a media a mañana.

Una buena pelea se inicia cuando la langosta de un invitado es más grande que la de otro. Entonces el de la langosta grande debe ridiculizar al que la tiene pequeña, mientras que éste agarrará la langosta –preferiblemente por las antenas- y la atizará al que la tiene grande con ella.

Tras la agresión, la respuesta correcta e inmediata de cualquiera de los presentes es arrojar a alguno de los dos implicados una jarra de agua. De haber velas, también es muy divertido prenderles fuego en el traje a los dos que inician la riña. La pelea es mucho más vistosa cuando los implicados están

ardiendo. Prueba a apagar la luz y te ahorrarás los fuegos artificiales, que además son carísimos. Por otra parte, el fuego obligará a los agresores a retirarse en tropa corriendo despavoridos hacia la piscina a aliviar las llamas. Eso hará que el salón recupere su calma.

El novio jamás debe intervenir en la pelea, ni siquiera para separarlos. Si no puede contenerse al ver lo emocionante que está la reyerta, está bien visto que aproveche el recorrido de mesa a mesa para atizar alguna colleja pendiente e intentar reactivarla.

La novia en cambio, si puede entrar en la pelea. Su intervención resultará entretenidísima porque a nadie se le ocurriría defenderse de la novia, ni mucho menos pegarle. Así podrá repartir a diestro y siniestro sin que nadie le levante la voz. La novia debe atizar a mansalva, como si lo fueran a prohibir. No tendrá otra ocasión así en toda su vida.

COSAS QUE CORTAR

En verano el mal gusto aflora.De ahí que sea frecuente que un grupo de amigos del novio haga circular por la mesa pequeños penes articulados, así como otro tipo de obscenidades pretendidamente gra- ciosas, al menos para aquellos que se han dejado el cerebro en casa. Esa misma turba que se divierte con bromas propias de una película americana para adolescentes, se apresurará a mantear al novio, tirarle de los mofletes, y finalmente cortarle la corbata y exhibirla como trofeo. El novio tiene en ese momento una excusa perfecta para sacar el rifle y abatir invitados sin descanso. Es cierto que en Es- paña la licencia de armas presenta algunas dificultades. Pero hay ocasiones en que no queda más remedio que ponerse del lado del bien y apretar el gatillo. Además, no creo que haya nada más original y romántico que pasar la luna de miel en chirona.

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