Opinión

El desamor en una ciudad llena de puentes

El amor es breve melodía. El desamor, un largo desafine. A Romeo le dijeron que Julieta había muerto. Y él, incapaz de soportarlo, decidió morder el veneno de la muerte. De haber sido ourensano, habría podido elegir entre un montón de puentes de gran belleza y altura, antes de ponerse a beber cochinadas que, por otra parte, nunca nos han sido desveladas. Como la mayoría de las pócimas de Shakespeare, que era un extraordinario escritor y un peligroso impostor como químico. La ciudad de las Burgas está llena de rincones que dotan al desamor de una salida mucho más inteligente que envenenarse a uno mismo, que no deja de ser una manera bastante tonta de morir, porque no puedes echarle la culpa a nadie. 

CLEOPATRA, LA VIVA
También a Marco Antonio le llegó la falsa noticia de que Cleopatra había doblado la servilleta. Sabiendo la mala reputación de Cleopatra, su carácter arrojadizo, y conociendo su prominente nariz, Marco Antonio podía haber optado por descorchar una botella de champán pero incomprensiblemente prefirió clavarse su propia espada. Su muerte fue lenta y desesperada, porque cuando ya avistaba el túnel del más allá, se vio en los brazos de Cleopatra, que no estaba muerta, que estaba tomando cañas. La reina, atractiva según se mire y según el historiador que la juzgue, decidió morir también. Pero nuevamente, sus heridas no fueron definitivas. Tanto que, aún infectadas, salió adelante, e intentó tirarle los tejos a Octavio. Éste, con muy mala leche, objetó que no podía ser seducido por una mujer cuya nariz en forma de tobogán podría ser el epicentro de un parque acuático. Y Cleopatra acabó muriendo, supongo, porque ya no se deja ver. Pero ya no recuerdo cómo acabó la historia. Una vez más, esta tragedia de amor habría sido muy diferente si ambos hubieran tenido ocasión de arrojarse al Sil, en un gesto de romanticismo mucho más cinematográfico que clavarse la propia espada, que al fin la historia no ha podido aclarar si lo de Marco Antonio fue un suicidio o simple torpeza intentando impresionar a los criados en el manejo de su arma.

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FELIPE, EL HERMOSO
Juana la Loca perdió la cabeza por amor a Felipe el Hermoso. En realidad, ni Juana estaba tan loca, ni Felipe era tan hermoso. Pero su historia es un triste devenir hacia la locura del desamor y el olvido, desde el más fervoroso de los amores. Felipe murió en Burgos después de hacer deporte, un hecho que a menudo ocultan los de la conspiración pro-running. Juana fue celosa hasta de la muerte, que es algo muy poco inteligente, porque la señora de la guadaña, si bien no es siempre matrimonio de conveniencia, sí es inevitable. La historia de Juana y Felipe habría sido muy diferente en la ciudad de las burgas. Felipe podría matar el tiempo saliendo de cañas y pinchos con los amigos en lugar de jugar a deportes violentos, mientras que Juana podría haber disuelto sus locuras en las vaporosas y relajantes burgas.
Si los amores mediterráneos son siempre incipientes y barrocos, los cantábricos son quiméricos y rocosos, los atlánticos frescos y ventilados, los de interior poseen esa pasión de altibajos y clima abrupto, esa la sangre española que cantaba Manolo Tena, y están siempre dispuestos a finales explosivos y excesivos. Hay tantos puentes y tan altos en la provincia, que hasta la cicuta pierde todo su poderío romántico y se vuelve una apuesta alimenticia estúpida, teniendo las tascas llenas de enrabietados pimientos de padrón; que es una agonía mucho más vistosa y entretenida para los demás. El más asesino y picante de toda mi vida, el lunes pasado, en una terracita del casco viejo. A su lado, la cicuta de los clásicos es agüita de limón.

PARADOJA COLGANTE 
Los puentes, tan abundantes y elocuentes en el desamor, se vuelven una seria amenaza en presencia de enamorados. Andan los italianos pensando cómo hacer para que todos los cursis del mundo dejen de prender candados del amor en sus puentes. Ourense se libra de esta tragedia estética, por ahora. Supongo que las parejas están muy ocupadas cazando pokémons, que es lo más romántico del verano. Une casi más que ver juntos los Juegos Olímpicos. 

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