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Ensayo sobre la melopea

Con la ingesta inmoderada de alcoholes se produce un extrañísimo fenómeno de enorme confusión y sobre el que la ciencia aún no ha terminado de ponerse de acuerdo. Se le ha llamado ‘borrachera’ pero lo cierto es que tal término rezuma un puritanismo inadmisible en pleno siglo XXI. Los borrachos también son gente, más gente emborrachada; diría Quevedo. 

ORIGEN
No hay duda sobre la datación de la primera melopea. Ocurrió en el ebrioceno, un periodo de la historia en el que todo el mundo estaba borracho a todas horas. Algunas frutas destilan de una manera peligrosísima y en esa época los hombres descubrieron que alimentarse de ellas podría resultar tan nutritivo como divertido. Al Ebrioceno le siguió el Resaconoceno, una época en la que los trogloditas dormían al sol, mostraban unas ojeras terribles, y ni siquiera estaban de humor para ir a cazar mamuts.

DESARROLLO
Gran culpa del desarrollo de la pasión por los brebajes etílicos fue cosa de los paleoenólogos; esos hombres primitivos que distinguieron por primera vez un vino picado de otro delicioso. Por no haberse inventado aún las buenas maneras, los trogloditas aspiraban cuencas de vino realizando ruidos verdaderamente desagradables, y finalmente, si el veredicto era negativo, colgaban al bodeguero, lo tiraban a la hoguera, y después se lo comían. Rollo Chicote.

SIGLO XX
En el siglo pasado se popularizó la borrachera como fenómeno cultural. Todavía no se habían inventado los hipsters, así que la gente bebía cualquier cosa prestando más atención a la cantidad que a la calidad. He ahí los 80. La culpa de la borrachera global continuada en el tiempo durante años fue de Ramoncín y su influyente tesis doctoral titulada ‘Litros de alcohol corren por mis venas, mujer, no tengo problemas de amor, lo que me pasa es que estoy loco por privar’. 


No ayudó tampoco a la sobriedad el fenómeno Tequila -cuyo nombre de grupo ya nos podía haber dado una pista de por dónde iban los tiros- cuando se empezó a radiar su gran éxito de indisimulado estribillo: “lo que necesito es un trago para poderme estabilizar”. Y luego se armó definitivamente con la llegada de Obús y su precioso poema relanzado más tarde por Siniestro Total: “Vamos muy bien, borrachos como cubas, y qué, aún nos mantenemos en pie, y ya no pararemos hasta no poder ver”. Y así todo hasta hoy.

LA COGORZA, HOY
Gracias a los impuestos, a las campañas de prevención, al cambio al euro, y a otras circunstancias que harían eterno este ensayo –y sobre todo, obligarían al tratadista a ponerse a trabajar- el precio del alcohol ha subido tanto que emborracharse se ha convertido en una actividad de lujo. En la mitad de los bares de Madrid para pagar una gintonic hay que pedir un crédito, y en España para pedir un crédito hay que estar borracho. Así que es la pescadilla que se muerde la cola.


No obstante, sigue funcionando la picaresca, es decir, miles de personas que beben sin pagar cada noche. También están esos otros que, por su complexión física, son capaces de emborracharse con un dedal de cerveza. Como sea, los síntomas de la tradicional cogorza se manifiestan de inmediato en casi todas las personas: las copas son como Facebook, un facilitador de amistades. Y también como Facebook, el alcohol genera vínculos muy grandes con gente que no conoces de nada, en relaciones que pueden durar en el tiempo en primer línea de prioridad social tanto como un tuit. Quizá por eso algunas parejas que se han conocido de copas se llaman por el nick. Otros estudiosos aseguran que si le pegas un bofetón a un borracho, lo retuiteas. Y si le das dos, lo bloqueas. No lo he probado.

NO EMBORRACHARSE
Hay gente que intenta no emborracharse y pone verdadero empeño en conseguirlo. Son esas personas capaces de beber quince zumos de piña entre las doce de la noche y las siete de la mañana. Mi admiración y mi respeto. Héroes de la noche. Luchadores incansables por la ‘causa sin’. 


Otros lo intentan y no lo consiguen. Son aquellos que avisan a todo el mundo de que van a salir a tomar ‘una copa’ pero que se irán corriendo a casa porque mañana tienen que madrugar. En verano esto es muy frecuente. El que trabaja no puede admitir que todo el mundo esté de juerga a todas horas, así que se decide a bajar con los amigos a tomar una cerveza y largarse a cama. Lo cierto es que no existe en la historia de la Humanidad nadie que haya intentado esto y lo haya conseguido de un modo más o menos natural, es decir, sin hacer uso de armas de fuego. 

melopea_resultLA RESACA
En este clarificador ensayo sobre la melopea considero obligado concluir con una alusión al segundo elemento más importante del exceso de copas: la resaca. La resaca es una sensación horrible que experimentan aquellos que han bebido de más la noche anterior y que se levantan creyendo que están vivos, cuando en realidad, hace bastante rato que han doblado la servilleta. 
Los resacosos son muertos vivientes que vagan por las calles y la vida intentando aparentar normalidad sin conseguirlo. Al resacoso le molesta la luz, el ruido, el silencio, y la oscuridad. Le molesta la comida, le mata el hambre, le cabrean los productos fríos, y detesta todas aquellas cosas calientes. El resacoso es una suerte de adolescente que ni siquiera puede agarrarse a la disculpa de los 15 años.


En particular, el resacoso de verano –Moñus Clasicus Casuali- es una especie obviamente estival, que duerme con descaro sus vergonzosas melopeas en la arena de la playa, junto a la orilla, haciendo que todo el mundo se pregunte si ha empezado ya la temporada del cachalote. Se calcula que cada verano, entre treinta y cuarenta resacosos son devueltos al mar por las administraciones, con el consiguiente desbarajuste de papeles oficiales y censos marinos, y la apertura de hostilidades entre las autoridades del mar, que se niegan a pagar los costes de repatriación. Para terminar de estropear las cosas, más de la mitad de los resacosos que son devueltos al mar, se lo beben, estropeando el ecosistema, invirtiendo las fases de atracción de la Luna, y supongo, dejando el Amazonas hecho un auténtico cisco.
 

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