Opinión

El flechazo de la primavera

Si se acerca y se te acelera el pulso, estás perdidamente enamorado. Es normal. Es primavera. Sale el sol. Todo el mundo se enamora. Los hombres sufrimos sobredosis de vitamina D y cientos de mujeres preciosas salen de la cueva donde han pasado el invierno, provocando en nuestras calles accidentes mortales, choques entre peatones, caídas en alcantarillas, y fracturas de cráneo contra farolas. Uno de los grandes retos de la medicina moderna sigue siendo averiguar cómo reconstruir las vértebras de un varón que se ha cruzado en la acera con una mujer hermosa. Mientras todo esto ocurre entre los varones repentinamente enamorados, las chicas tan solo sienten maripositas en el estómago. Obviamente somos distintos. La única vez que un tío sintió algo parecido fue en una inmensa resaca, tras ingerir una aspirina efervescente sin disolverla en agua.

Es peligroso y fácil enamorarse. Especialmente de un hombre. Si tienes ocasión, nunca te enamores de un tío, con la única excepción de los columnistas. Los Dinamita lo decían a su manera: “nunca te cases con un cantante de country/ si no te gusta perder”. Todo tío lleva un cantante de country dentro, oculto bajo la remota idea de acudir de madrugada a un karaoke y subirse al escenario en calzoncillos. La ciencia ha estado indagando también en este terreno pero sólo ha encontrado eco y un montón de botellas de whisky vacías.

Las mujeres enamoradas se muestran como ausentes e irradian una extraña luz que espanta al resto de los hombres. Si alguna vez quieres deshacerte de un pretendiente, prueba a enamorarte de otro chico. Esa luz es como invitar a un gremlin a un balneario. Por su parte, los chicos que caen en las garras del enamoramiento apenas experimentan síntomas. A menudo son los últimos en enterarse. Algunos hombres se enteran de que están enamorados incluso cuarenta años después de casarse. Afortunadamente, ahora Facebook permite anunciar a los cuatro vientos que se ha iniciado una relación, y de esta forma los tíos también pueden tener la seguridad de que han empezado a salir con una chica y que la cosa va razonablemente en serio. Sinceramente, no sé qué hacíamos antes de Facebook. Quizá trabajar.

La primavera y el verano son tiempos de amores breves, que son los que habitualmente se emplean para tratar de olvidar a los largos. Pero es una vieja mentira eso de que un clavo saca a otro clavo. Lo que se obtiene al fin son dos agujeros. Lo correcto en el amor es aprender a no golpearse el dedo. Y si no, al menos, saber qué vino pedir para no arruinarse esa noche.

Conquistar es tarea mucho más complicada para los hombres que para las mujeres. Aunque si sigue subiendo el precio de las flores, lo oportuno será decir que es tarea mucho más cara. Creo que Teresa de Calcuta no se refería exactamente a esto cuando dijo que “el amor, para ser auténtico, debe costarnos”. Regalar flores sigue siendo vital para generar amor, y sobre todo para mantenerlo si has generado demasiado al mismo tiempo. Se ha escrito mucho sobre el lenguaje de las flores. Hay cientos de libros, complicadas teorías sobre colores y aromas, y hasta expertos en las floristerías que cobran un dineral por asesorarte como intérpretes entre el ramo y tú. Ustedes saben que como periodista amo la verdad casi tanto como la nómina. Así que les diré algo definitivo sobre este asunto: las flores no hablan. En la naturaleza, tanto la flora como la fauna se divide sólo en dos grupos: la que pincha y la que no pincha. Nunca regales nada que pinche a alguien que pueda olvidarlo en tu sofá.

Como consecuencia de esta pasión primaveral, miles de personas emprenden estos días la llamada operación bikini. Consiste en sudar, comer fruta, mirarse al espejo y hacerse selfies todos los días. El objetivo es tener un cuerpo diez, como si eso garantizase la eliminación de la faz de la tierra de las personas que tienen un cuerpo once, doce, o trece. Todo esto obsesiona especialmente a las mujeres. Supongo que habrá oscuras razones que se me escapan, pero yo me limito a la estadística. Abril de 2015. No tengo ninguna amiga que necesite adelgazar. Y en cambio tengo varias que necesitan urgentemente engordar. En cuanto a los tíos, da lo mismo. Cada poco tiempo se publica un nuevo estudio que afirma que la barriga cervecera resulta increíblemente atractiva para las mujeres, y eso nos sirve de excusa para pedir otro pincho y otra caña. En realidad, lo íbamos a pedir igual.

Efecto terrible del amor es el desamor. Pero sin desamor no existirían los Machado, ni Juan Ramón Jiménez, ni Los Secretos. Así que tampoco debe ser tan malo. Además el mundo está lleno de amores imposibles. El 90% de la población está demasiado enamorada del 10% restante. Y el 10% restante está enamorada entre sí. La primavera lo embellece todo y equilibra un poco la balanza, pero no lo suficiente como para que todo el mundo esté satisfecho. Quizá el primer error es querer estar satisfecho y enamorado a la vez. Ese estado de exaltación superlativa termina a menudo en primera fila de un concierto de Justin Bieber y, como consecuencia, en último lugar, si situamos el epicentro en el surtidor de cerveza. Una tragedia.

Tampoco me malinterpreten. Estoy a favor del amor. Me parece bien que todas las chicas tengan su maromo, aunque considero que Irina Shayk y Maria Sharapova podrían prescindir de semejante cosa. Y en cuanto a los tíos enamorados, me invade una hastiada indiferencia, que se torna suave repulsión cuando empiezan a publicar versos de Neruda en sus redes sociales. Hay personas que creen que el amor lo inventó Neruda. Otros creemos que el amor existe a pesar de Neruda. Conviene mantener los versos lejos de los amoríos, para no tener demasiadas rimas de las que arrepentirte cuando tu chica salga corriendo antes de que puedas entregarle las obras completas de Alejandro Jodorowsky. Si ocurre y se marcha, consuélate pensando que ella te tenía reservada para San Valentín una antología de Paulo Coelho. Nadie llega a odiarse tanto como dos enamorados.

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