Blog | Usos y costumbres del verano

Objetivos para el nuevo curso

Me he pasado la tarde entera pintarrajeando un papel con todo aquello que quiero conseguir en el nuevo curso. Muerto de ilusión, y con el natural empuje de las primeras horas, he escrito cosas como “comprarme un Lamborghini”, “hacer que la Tierra sea cuadrada”, y “adelgazar”. Tal vez fruto de la ingesta de una o dos botellas de vino, he añadido: “y conseguir un crédito”. En realidad, para que yo lograra adelgazar, sería necesario estirarme hacia arriba un par de metros, apretando la cabeza y tirando bien fuerte con una grúa, pero me dicen mis traumatólogos que esta dieta de adelgazamiento no sienta igual de bien a todas las personas. Y, entre nosotros, yo tampoco voy a perder la cabeza por pesar un poco menos. 


Mantengo una competición de pesos y medidas con mi compadre Javier Quero, que acostumbra a venir del verano bello y estilizado como Asterix, pero como Asterix después de comerse a Obélix. Una vez nos subimos los dos a la misma báscula en una farmacia, la aguja comenzó a dar vueltas, nos tocó la especial, y la máquina escupió cientos de monedas. En el argot de los que somos expertos en moneda y timbre, se trata del “efecto sapo”: si te subes a un sapo se le saltan los ojos. Sea como sea hay cosas que no cambian. Dentro de unos días nos veremos, y Quero va a anunciarme con gran aspaviento que ha tenido que hacerse otro agujero en el cinturón para albergar su finísima figura, y yo le explicaré que ya ni con cinturones, my friend, que es tal la cintura de avispa que me gasto que he tenido que pasar directamente a los imperdibles, para evitar el fatal desenlace de la desnudez; que en vez de cinturones utilizo gomas del pelo y que aún me queda sitio para encajar el revólver.

Ordenar
Los españoles comparten una misma obsesión hacia el final del verano. Más que una costumbre, es ya un vicio. El orden. “Este año ordeno el despacho y el escritorio de la habitación, y lo tiro todo”. Ocurre que el orden, el de verdad, el que te obliga a enfrentarte con el horror de la cantidad de basura que eres capaz de acumular en unos pocos meses, siempre puede realizarse en otro momento. Es extrañísimo como el hombre sabe perfectamente encontrar un hueco en su agenda para el gran orden en el despacho: mañana. 
Si ves que mañana nunca llega, o que mañana siempre es mañana, no te preocupes. Lo importante de los buenos propósitos del verano es tenerlos. Por lo demás, sabio refranero: del dicho al hecho hay un trecho. En  ningún lugar del viejo libro de la sabiduría popular dice que tengas que recorrer el trecho. Y mucho menos en este momento. Ya lo harás mañana.

Hacer deporte
El veraneante come con voracidad, como si fueran a prohibirlo, pero con la conciencia muy tranquila: “en septiembre empezaré a hacer deporte”. Los gimnasios son un negocio muy extraño que hace su agosto en septiembre. Con los primeros días del curso se multiplican las altas en gimnasios, y multitud de tipos y sus correspondientes michelines cambian los trajes de baño de flores por sofisticada equipación deportiva. Luego los ves sudar penosamente montados en bicicletas elípticas, o peor aún, participando en actividades de tortura colectiva, a las órdenes de un monitor que parece no haber probado alimento alguno desde los tiempos de la posguerra. 


objetivos nevo curso copia_resultQuienes confían más en sus propias posibilidades se dedican a actividades deportivas voluntarias y al aire libre, como por ejemplo el running, que es como se dice ahora a lo de salir corriendo sin motivo aparente. Tengo un montón de amigos que están felices practicando esta disciplina, y me aseguran que es genial, porque desde que hacen running han dejado de correr. En cambio, mis amigos apasionados del jogging están muy deprimidos este año, porque de repente se han quedado totalmente pasados de moda. 

Tener pareja
Algunas personas consideran que culminado el verano, tiempo de excesos y libertades, ha llegado la hora de tener una pareja estable. Al fin y al cabo, viene el invierno, hace mucho frío, llueve en la calle, y no hay cosa más horrible que tener que caminar aguantando el paraguas, con esa mano a la intemperie que se te congela. En general, los hombres tampoco pueden soportar el horizonte de pasar un domingo de invierno encerrados en casa consigo mismos, y a las mujeres les gusta ver cine en el sofá mientras llueve en la ventana. Así que confluyen todos los elementos necesarios para que se produzca el razonable acuerdo del noviazgo, siempre que las partes logren encontrarse antes en algún punto en presencia de un notario, o de quien pueda hacer las funciones de testificar la entente cordial. 

Leer un libro cada semana
Encomiable objetivo que se proponen cada año millones de personas en el mundo en estas fechas. Como autor, escritor, y fontanero que hace reformas en general en el ámbito de las letras, me siento en la obligación de recomendar un buen libro, de reciente publicación, para empezar el objetivo con buen pie: ‘Aprende a cocinar lo suficientemente mal como para que otro lo haga por ti’ (Hércules Ediciones, 2015). No deja de asombrarme el ingenio, el sentido del humor, y el buen hacer de su autor; tipo de una pieza, memoria prodigiosa, belleza inalcanzable, simpatía arrolladora, y una pluma fina que dejaría al mismo Cervantes manco, pero manco del todo. Una proeza, una explosión de prosa, y una delicia de libro.

No se podía esperar menos de quien ostenta el título de cima de la literatura española contemporánea, y aspira a ser buque insignia de las letras mundiales, toda vez que las editoriales correspondientes terminen la traducción de su última obra al bengalí, uzbeco, y zulú, únicos países huérfanos aún de su nuevo libro, y en donde esperan la obra con gran excitación, manifestándose cada noche a las puertas de las librerías para que se aceleren los trámites, y recibiendo con disparos al aire y lanzamiento de túnicas y sombreros cada noticia del avance del proyecto editorial más esperado del siglo. 

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