Blog | Usos y costumbres del verano

Propósitos para el nuevo curso

Cuando no sé qué proponerme para el nuevo curso, siempre acabo en lo mismo: hacer deporte. Es una especie de propósito de tortura en el que todos caemos, como si fuéramos aspirantes a participar en los próximos Juegos Olímpicos. Por mi parte, gane una vez una medalla de bronce haciendo esa cosa tan estúpida que es correr sin que nadie te persiga. Corrí, corrí, corrí y corrí, y al llegar supe que había quedado tercero en una carrera con más de cincuenta forzudos participantes. Imagino que eran todos cojos o que yo me había pasado con el café. Como sea, fue bonito. Me pusieron la medalla de bronce. La gente aplaudió. El jurado se enfadó un poco porque encendí un cigarrillo en el pódium y eso, decían, es un pésimo ejemplo para los niños. Yo le pregunté que a qué niños se refería, si los niños éramos nosotros. Y así quedó la discusión. Luego sonrisas, fotos y todas esas cosas. Pero da igual. No era una competición oficial. Un titulín. Cuando lo supe, mi disgusto fue tan grande que decidí no volver a correr, salvo en la selva y perseguido por un león musulmán en el penúltimo día del Ramadán.

Me desvío. Los propósitos. No es mala conquista para el nuevo curso: no correrás. Irás despacio por la vida. A mi vendría bien, que soy de extremos. Y, o corro mucho para trabajar poco, o corro poco para trabajar poco. A ustedes les recomendaría cualquier otra cosa. No sé. Hacer deporte, por ejemplo.



Adelgazar

Uno de los propósitos más estúpidos que nos hacemos para la vuelta de verano es adelgazar. ¿Acaso hemos hecho otra cosa durante toda la operación bikini? Tal vez yo sea la excepción que confirma el propósito. Este año he de ponerme a dieta tras haberme topado a la vuelta del verano con un sobrepeso del equivalente a la cláusula de rescisión de Cristiano Ronaldo. 

No haré un régimen muy severo. He ido a ver al médico y me ha dicho que mi sobrepeso me sitúa en la franja de personas que pueden padecer del corazón. Pero yo estoy servido. Estoy muy enamorado. Así que me importa un pimiento ese asunto del corazón. El doctor tendrá que pensar algo más original si quiere que me ponga a comer cosas verdes hervidas.



Cambiar de trabajo

Muchas personas desean cambiar de trabajo tras el verano. Creo que estos días de vacaciones nos vuelven demasiado optimistas con respecto a nuestras propias posibilidades laborales y sobre todo, con las del país en que vivimos.

Por mi parte, mi gran propósito es el de siempre: dejar de trabajar y jubilarme. Sueño todas las noches con ver la vida apoyado en la valla y comentar cómo van las obras de canalización. Supongo que a todo cerdo le llega su San Martín. Y yo soy bastante cerdo.



Dedicar más tiempo a los amigos

Este es un propósito muy apropiado para los que aún tienen amigos. Quedamos excluidos de tan noble afán quienes estamos ya en redes sociales.



Beber menos cerveza

De los propósitos más estúpidos que uno puede hacerse en verano es el de beber menos cerveza. La cerveza es una fuente natural de energías y creo que está llena de cereales o algo por el estilo. Si dejas de tomarla de golpe, igual te da un colapso vitamínico y la palmas. Cuidado con lo que haces. Además, para un gallego, mientras exista Estrella Galicia, dejar de beber cerveza es delito.



Dejar de fumar

Esto se decide el 15 de agosto, se ejecuta el 1 de septiembre y se cancela el 1 de septiembre. En el camino habrás pasado 15 días de gran ansiedad, fumando el triple, y durante todo el 1 de septiembre te habrás subido por las paredes y peleado con todo el mundo. 

Supongo que dejar de fumar es bueno. Pero es algo que se hace, no se intenta, ni se propone. De todos modos, no acabo de encontrar una relación lógica entre volver al trabajo y dejar de fumar. No se me ocurre peor momento para hacerlo.



Dejar a tu pareja

Abandonar a tu novio casi siempre es una idea brillante. Da igual que te lo propongas en verano, que en primavera. En cuanto a los chicos, dejar a vuestras novias siempre es una mala idea. Da igual cuando perpetréis esa temeridad. Os quedaréis solos. Adelgazaréis. Se os caerá el pelo. Y os pasaréis el día tuiteando bobadas de Alejandro Jodorowsky.



Empezar una relación

Comenzar un noviazgo en esta época del año, desposeído de las pasiones primaverales y estivales –casi siempre pasajeras- está muy bien. Si no, siempre puedes comprarte un perro, que es lo que hacen la mayoría.

Aprender a cocinar

Hay gente que se propone aprender a cocinar mejor, después de pasarse un mes en una casita rural cocinando toda la mañana, con un precioso libro de recetas, y canturreando felizmente. Has de saber que en la ciudad las cosas son de otra manera. Dispones de menos de tres minutos para hacer la comida, dos para comértela, y cero para hacer la compra. Ahora intenta ponerte a hacer un guiso rico, rico. Y además, las ciudades están llenas de restaurantes. ¿Para qué quieres manchar tu cocina?



No arañarle al gato

Hay ciertos propósitos que no es necesario esperar a que empiece el curso para llevarlos a cabo.



Ser más ordenado

Si quieres ser más ordenado, empieza por no arañarle al gato.



Cómo fracasar

No cumplir los propósitos forma parte del juego. Si los cumples todos, ¿qué nuevos propósitos te harás el verano que viene? ¿A que no habías pensado en eso? La mejor forma de fracasar en el intento de hacer todas estas cosas es poner todas tus fuerzas, tu confianza, y tu voluntad al servicio de este exigente plan desde el mismo 1 de septiembre. Calculo que en torno al 6 habrás fracasado y ya podrás dormir tranquilo hasta el verano que viene.



Cómo triunfar

Algunas personas necesitan ganar siempre. Incluso cuando se trata de propósitos veraniegos. Ponte metas no demasiado exigentes. Cambia el “dejar el tabaco” por “fumar menos de 90 cigarrillos diarios”, el “adelgazar” por eliminar de tu dieta “los garbanzos” –en ocasiones con este truco desaparece también el chorizo-, y en vez de “empezar una relación” proponte “agarrar del brazo a una chica”. No temas. En última instancia siempre puedes fingir en el supermercado un desvanecimiento y abrazarte locamente a la cajera. Grandes matrimonios de la historia empezaron así. Como Tom & Jerry, Bubú y Yogui, o los mismísimos Ortega y Gasset.

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