Opinión

La táctica del chorlitejo

Peculiar costumbre la del chorlitejo: cuando se acerca un depredador, simula estar herido

De minuciosa belleza, el chorlitejo chico pasa desapercibido en la inmensidad de las marismas. De cerca se le distingue por esa delicada combinación de plumaje gris, blanco, pardo, o por esos ojazos rodeados de una franja amarilla, como la "ráfaga de verde claro" que canaban los Stukas en "Reinas de la noche". 

Tiene el chorlitejo chico una forma sorprendente de escapar a sus depredadores: cuando se acercan, simula estar herido. Quizá por eso, mis ornitólogos de cabecera no descartan que el chorlitejo sea del Barcelona y, en ciertos ámbitos científicos, a esta limícola se le conoce ya como el chorlitejo busquets (charadrius blaugranus). Poco que añadir sobre que el principal compañero de marisma de esta pequeña ave sea la polla, la polla de agua (gallinula chloropus). Una gallineta de color oscuro que, por cierto, cuando es pequeña y se siente amenazada, se sube a la espalda de la polla que tenga más próxima, que la lleva volando a un lugar más seguro. Los guionistas de los documentales de La 2 han vivido momentos inolvidables tratando de explicar las costumbres de estos animalitos en horario de sobremesa; que siempre hay gente que llega tarde y se entera solo de la segunda parte de la frase y se arma el revuelo con tanto pájaro. Y más con esa voz tan grave que pone mi querido Juan Ignacio Ocaña a los documentales, que te cuenta el celo de una marmota con la intensidad del final de la segunda guerar mundial. 

Chorlitejo, polla, correlimos, y pato cuchara comparten habitualmente marisma, del mismo modo que nuestros líderes políticos comparten estos días campaña. Comen y se pelean y se defienden y cosas así. Y se suben unos encima de otros cuando tienen miedo. Y luego está el gallo, que se infla muchísimo frente a la gallina, pero luego se muere de miedo si aparece algo con dientes. 
Las campañas, como una noche en la selva, están llenas de esquinas oscuras con animales con colmillos dispuestos a comerse a candidatos incautos. Todos lo son, de alguna manera. Pero para eso existen asesores, que son como los amigos de los animales, pero armados hasta los dientes. De modo que en esta marisma electoral, que poco a poco se va sumiendo en el tedio mientras avanza hacia las urnas, ya no pasa nada inquietante: nadie se atreve a acercarse demasiado al chorlitejo, a perseguir al correlimos, ni mucho menos a tocar la gallinula chloropus.

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