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Tus ruinas ilustres

Las ruinas son el elemento más rentable del turismo, después de la playa, el sol, y las suecas. De todos modos, el sol y las suecas son incontrolables, y la playa no se puede prever, o al menos, no con resultados destacables. Las ruinas constituyen el epicentro del negocio turístico y están a alcance de cualquier localidad, lo que inclina la balanza hacia una definitiva democracia vacacional. 


El valor de las ruinas se mide por el número de carteles con inversiones de la Unión Europa que las franqueen. Esto permite la fabricación de ruinas modernas, negocio muy lucrativo en el mundo del turismo. Nunca como ahora había sido tan sencillo inventarse unas ruinas y conseguir financiación para lograr su conservación. Como es sabido, el estado de conservación ideal de unas ruinas es la ruina, por lo que esas inyecciones económicas constituyen a su vez un empuje muy apetitoso para tapar otros agujeros municipales, incluyendo el agujero del crucero de lujo que se está pegando el concejal de Fiestas, que se ha tomado muy a pecho el cargo.

FABRICAR RUINAS
Lo imprescindible para fabricar una buenas ruinas es tener algo que romper, preferiblemente de piedra, y ser capaz de ingeniar una buena historia detrás. Si crees que en tu ayuntamiento no hay nada que romper, alquila un par de martillos hidráulicos y ponte a hacer agujeros en cualquier calle, en lugares donde a nadie en su sano juicio se le ocurriría hacer agujeros. Te sorprenderás al ver la cantidad de cosas que puedes destrozar así, además de la red de tuberías y el cableado de la ciudad.

LOS ROMANOS
En España, como en la mitad del mundo normal, lo más sencillo es atribuirle todo hallazgo a Roma. Por suerte, los romanos han estado en todas partes, excepto en un concierto de Justin Bieber, y además no son esa la clase de ruinas que pretendemos convertir en patrimonio cultural. A nadie le extrañará que aparezca un puente romano en Galicia, o una muralla romana en Castilla, o una pizzería romana en cualquier lugar del mundo.

LOS PREHISTÓRICOS
El gran problema del Imperio Romano es que siempre puede aparecer algún historiador con ganas de aguarte la fiesta y decirte que la piedra que acabas de encontrar en Valderiega del Jucarral no muestra ningún síntoma histórico de pertenencia alguno a los romanos. Algún idiota incluso podría intentar una tesis doctoral para desmentirlo y como vivimos en un país de envidiosos, los pueblos de alrededor apoyarán institucionalmente la denuncia de fraude. Tampoco hay que asustarse: si la mayor parte de los políticos no van a la cárcel por corruptelas económicas, no vas a ir ahora al talego por unas ruinas de nada, que además están rotas y no interesan a nadie.


Sin embargo, si quieres alejarte de todo problema, entrégate a los prehistóricos. Por anciano que sea, ningún historiador ha logrado sobrevivir desde la prehistoria, así que cualquier cosa que rompas –has de destrozarlo un poco más que si quisieras convertirlo en romano- con cierta pericia, y que anuncies como hallazgo prehistórico se convertirá de inmediato en una joya turística. Obviamente, lo urgente es aislar la ruina, colocar un guardia de seguridad a la entrada, cobrar diez euros por visita para mantenimiento –entrada gratis para niños y descendientes de prehistóricos que pueda probarlo con documentos vigentes-, y poner un letrero de dos por dos metros lleno de prohibiciones: sacar fotos, hablar, no hablar, fumar, beber, tocar las ruinas, pintar corazones, lanzar monedas, lanzar cacahuetes a los guías turísticos, y entrar en traje de baño. Esto último suele reservarse a lugares sagrados pero tus ruinas son lo suficientemente antiguas como para no saber si constituyen algún tipo de templo primitivo.

LOS DETALLES
Cuando alguien visita una ruinas en un lugar turístico, has de saber que lo hace por una mezcla de inercia y temor cultural; es decir, a cualquier persona sensata le da vergüenza hacer mil kilómetros para bañarse en la piscina y beber cerveza, y necesita justificar el dispendio haciendo algo que le haga sentir que se está impregnando de un legado artístico secular. Por eso son importantes los detalles que hacen sentir bien al turista.

Si las ruinas son unas rocas en medio de la maleza, lo primero es cortar la maleza y romper un poco más las rocas de la forma más irregular posible. Ahora deberías hacer en ellas unas inscripciones con sangre de corzo. Para lograr un resultado verdaderamente subvencionable, mi consejo es que destines fondos reservados del ayuntamiento –esos sobres que tú sabes- a contratar a un artista muy novel: cualquiera de entre 6 y 14 meses de edad, armado con un par de pinceles, dotará a tus ruinas del mejor y más indiscutible arte rupestre. Si logras que lo haga con sangre de corzo y no con acuarela, las lluvias no estropearán tan fácilmente tus ruinas y es posible que puedas sacarles partido también el año que viene. La idea de las ruinas es que aguanten por lo menos dos legislaturas.

PEDIR SUBVENVIONES
Una vez que ya tienes tu monumento, sea griego, romano, o prehistórico, estás en condiciones de pedir subvenciones. Mi consejo es pedirlas todas, pero concentrar esfuerzos en la Unión Europa. El Parlamento Europeo es una especie de Congreso fantasma, que necesita constantemente justificar sus gastos y sueldos. De ahí que uno pueda estar en el rincón más perdido de Europa y encontrarse de pronto en un descampado un cartel enorme de la UE anunciando un extraño plan de financiación para la conservación del Castillo del Zar Pazo, que data de cuando Colón perdió el iPad. Puedes dedicar todo el tiempo que quieras a buscar el castillo en el descampado. Allí hay un cartel, por tanto hay pasta, y el alcalde que corresponda, llegado el momento, ya se encargará de construir un castillo que date de la edad que tenga que datar. Y punto. 

ruinas-ilustressilueta_resultVISITAR RUINAS
Más tarde, como visitante, es muy sencillo hacer que tus ruinas parezcan las mejores del mundo. Tanto como elegir el filtro adecuado al hacer las fotos y subirlas a las redes sociales con la etiqueta, por ejemplo, “etruscos”. Una vez que hayas subido todas las fotos, lárgate de ahí y busca un sitio para comer a lo grande, que es a lo que venías.

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