Opinión

La desmemoria

No voy a hablar en defensa, tampoco al ataque, de la Jefatura del Estado, definida en la Constitución que todos nos aplaudimos casi sin excepción. Estoy hablando de los siglos de historia de España, que los romanos conocían cómo Hispania (como nuestro Ourense fue Auriense) y de los cambios y las adaptaciones de nuestras costumbres que con tiempo y buen criterio se han ido realizando en nuestra sociedad. Ahora todo ello parece olvidado en favor de un pensamiento que no llega a representar a un tercio de la población y que, sin embargo, intenta imponer cambios a marchas forzadas. Es el pensamiento que defienden cargos públicos, legítimamente obtenidos, pero que olvidan que representan a toda la población. Y como tales representantes han de estar donde el pueblo soberano quiere tal y como se ha estado haciendo durante siglos independientemente de la ideología del líder político de turno.

Sorprende que personas que han alcanzado puestos elevados gracias a los votos y por su valía reconocida, quieran cambiar las ancestrales costumbres simplemente porque a ellos no les gustan. Tienen todo el derecho a rechazarlas personalmente, pero no a arrogarse el pensamiento y los deseos del pueblo e imponer sus preferencias a los demás. L a libertad de la que no dudo son defensores les dice que los demás tienen libertad para seguir con esos hábitos. Rechazo de plano todo lo que rebaja la dignidad de cualquier ser, lo que no entiendo es que se trate de imponer los gustos y costumbres de un cargo público a los demás, convirtiendolos en ley, y menos cuando algunos de ellos incumplen la legislación y presumen de no hacerlo. Para cambiar una ley, Constitución incluida, ha de hacerse con la participación del pueblo. No hacerlo así conduce a situaciones que preferimos olvidar. Estamos en el siglo XXI, y no el XVII, ni en los inicios del XX, los que pertenecemos a la ciudadanía no tragamos con cualquier cambio si no está debidamente justificado. Recordémosles: "Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos" (Mt 7-12). O si lo prefieren: "Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro" (Gandhi).

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