Opinión

Auténticos, sí señor

Qué alegría, Rosendo. Vienes a actuar a las fiestas de esta ciudad. Tiempo sin vernos, hermano. ¿Recuerdas?, eran las once de la mañana del 4 de agosto de 1982. Yo os esperaba en la plaza de la Cibeles, Madrid. Ramiro detiene, justo frente a Correos, el 124 blanco en que ibais los tres. Allá subí yo, casi con el semáforo en rojo y mi botella de vino de Oporto. Cierto, no la probasteis, preferíais otras cosas.

¿Recuerdas?, vuestro mánager me había encargado algunas letras e ideas de vuestro próximo disco. Lo tenía difícil porque “Corre corre, que te van a echar el guante” era un disco poderoso y muy vuestro. Así que iba con vosotros para conocer más vuestras ideas y vuestras almas.
Cómo volaba el 124 por tierras de Aranda de Duero y Burgos hacia Vitoria, nuestro destino. Ibais a actuar en la plaza de la Virgen Blanca de la ciudad alavesa, en el día de su gran fiesta. Paramos en un par de bares de carretera. Nos reímos porque en las vitrinas estaban expuestos vuestros discos. ¿Recuerdas?, aquella camarera rubia no nos cobró, os pidió vuestro autógrafo y añadió señalando a la vitrina: “El vuestro es el cassette que más vendo”. Tuvimos que empujar a Ramiro hacia el coche, pasmado insistía: “¡Qué buena está la piba!”.

Aquel año 82 era inquietante en el País Vasco. ¿Te acuerdas lo mal que lo pasamos nada más llegar?: chicos abertzales al ver nuestra matrícula de Madrid dijeron: “Largaos de aquí”, mientras balanceaban con agresividad nuestro automóvil. Nos intimidaron hasta que uno de ellos reconoció que erais los Leño. Después, qué bien nos trataron en aquella Herriko Taberna. No cesaban de decir: “Sois auténticos, sí señor”.

Ay, escucho ahora mismo “La noche de que te hablé”. Así tengo grabada en mi mente aquella actuación. Antes, ligera cena y, de postre, unas anfetaminas. Enseguida se estremeció Vitoria. Hard rock, rock urbano, lo que sea, eran los Leño. “No pienses que estoy muy triste/ si no me ves sonreír./ Es simplemente despiste,/ maneras de vivir”. Ramiro golpeó la percusión con todo el desgarro del barrio de Madrid. Tony, una fiebre. Y tú, Rosendo, un ángel herido. Nunca hubo un trío tan de verdad ni tan amado en los desolados barrios de Madrid.

Me sube un frío por la vértebra al recordar aquel viaje. Pero te lo diré, hermano. A lo largo de mi agitada vida he conocido a muchos músicos y artistas. Pero ninguno tan humilde, tan humano y generoso como tú, Rosendo. Debe ser jodido recorrer los caminos siendo una leyenda del rock. Pero si alguien te busca, ha de ir a tu barrio de Carabanchel, allí estarás con tus colegas de siempre y en los “baretos” de toda la vida.

Cuántos años. Los Leño nacisteis en el 78, años peligrosos en las altas colmenas de las barriadas. Los camellos eran los jefes. ¡Ay!, las flores de la amistad se secaron. Los “kies” no cesaban de atracar gasolineras. “Eres un fugitivo/ y nada vale tu opinión./ Corre, corre,/ que te van a echar el guante./ El diablo es nuestro amigo…”. Allí los ídolos eran el Jaro, el Vaquilla, el Pirri, Torete… El cine quinqui. “Navajeros”, “El pico” del inolvidable Eloy de la Iglesia.
(Lo cierto, Rosendo, es que aquellos chicos vascos del 83 tenían razón, eres auténtico. Auténtico, qué palabra en desuso, qué antigualla. Ahora que reinan el postureo, la imagen y los disfraces de cielo. Machado decía: “Auténtico, llegar a ser el que eres”. Y tú, Rosendo, vienes aquí para gritarnos: “No ser fiel a ti mismo es tu máxima traición”.

Final de la historia. Era el 83 y recorristeis con Miguel Ríos aquella gira inolvidable. Algo presentí en aquel autobús, en vuestro último disco cantabas: “Tenemos una cosa que decir,/ que no se vende el rock and roll”.

Un mes después, vuestro mánager me contó desolado: “Conque allí estábamos, ante el director de la casa discográfica. ¿Sabes?, qué tristeza: Ramiro, Rosendo y Tony guardaban silencio sepulcral. El tipo encorbatado les dijo: ‘Hay que grabar ya, los vuestros esperan, las cifras serán millonarias’. Fue Rosendo el que le espetó: ‘La historia terminó, no habrá más Leño, jefe’. El fulano abrió la boca sorprendido. Sacó la libreta de cheques y extendió uno. ‘Poned vosotros la cifra’. Rosendo sólo dijo: ‘No podemos vendernos, jefe. Recuerde el rock and roll no se vende”.
Hoy he encontrado en un cajón las letras que escribí en el 83. Ay, aquel disco nunca existió. Leño quedó en la leyenda como un sueño. Bienvenido Rosendo)

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