Opinión

Culpables por la literatura

Culpables por la literatura: Narra a mi generación extraviada en sus sueños. He tenido una gran alegría: vino a visitarme el autor, Germán Labrador, escritor y profesor de la Universidad de Princeton de Nueva York.

Germán pidió un año sabático: lo dedicó a estudiar a los escritores más contestatarios de ese tiempo de recreo que fue la transición. “Culpables por la literatura”. Ay, en las páginas del libro me da cobijo y cuenta de mis andanzas. Entonces creíamos “la literatura nos salvará”. Bueno, no todo acabó como el rosario de la aurora, hay mucho superviviente que trabaja duro y lucha por ahí. 

“¿Dónde estabas tú en el 77?/ A los quince eras joven, y a los veinte ya mayor./ No hay futuro, no más héroes./ Si las calles ya no arden/ ¿quién ha sido el culpable?/ ¿Dónde estabas tú en el 77? ”. ¿Qué te ha pasado en el camino? “Qué quedó de aquellos tiempos,/ cuero negro y rock and roll”. Ah, Loquillo…

Primero la fiesta. Después los caminos generacionales se bifurcaron, unos llegaron al poder y otros, los mejores, yacen bajo lápidas mojadas. 
Con Germán vino a verme mi amigo el poeta y profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, Emilio Sola. A fe que pasamos buenos tiempos juntos. Qué hermoso poema “La isla”: “Dónde estará Pierrot,/ tan prematuramente solo,/ tan prematuramente envejecido./ Dónde estará. / Beber la copa que ha dejado abandonada un bebedor cansado,/ fumar el cigarrillo que le ha dado algún desconocido,/ absurdamente sonreír cuando le dicen vete…”

En el 75, cuando las sirenas policiales eran el himno de Madrid, va Emilio y monta un local mítico: La Vaquería. calle Libertad, 8. El destino quiso que justo enfrente estuviese la sede de la CNT. Como negocio era ruinoso, pero la vida estaba allí. Imagínate, si andabas tieso, te cambiaban el café por un poema. Si querías recitar te subías a una mesa y todo el mundo te escuchaba. La absenta sólo era para los de la casa. “Hay que ser sublimes sin interrupción”, el verso de Rimbaud era el saludo de la basca. 

Barra de La Vaquería. Estoy viendo a Poch, el cantante de Derribos Arias, banda de culto. Ay, lo acosaba una enfermedad degenerativa, cada semana perdía movilidad en alguna parte de su cuerpo. Era de la generación del Rock-Ola. Ignacio jamás se derrotó, cantó hasta agotar sus últimas energías. 

Por La Vaquería abrevaban los Radio Futura, Manolo Tena, Javier Krahe, Oroza, el inevitable Leopoldo Panero, Silvio Rodríguez, Aníbal Núñez, Rosa Montero, y cuando venía al “foro” Vázquez Montalbán. Ay, allí cantó Chicho Sánchez Ferlosio: siempre atormentado porque su padre, poderoso falangista, le puso los nombres de José Antonio (Primo de Rivera), Julio (el aviador Ruiz de Alda) y Onésimo (Redondo, mártir falangista).

Tiempos peligrosos. De súbito, entraban en el local los nazis de Fuerza Nueva. Alguno pistola en mano; los más, bates de béisbol, también brillaba algún machete. Fijo, te caía alguna hostia: “Venga. Todos en pie y a cantar clarito y con voz patriótica ‘Montañas nevadas”. Una maldita madrugada, a finales de los 70, un puñado de cabrones puso la bomba. No quedaron restos de La Vaquería en la calle Libertad, 8. 

(Cervantes escribió: “Alcanzar la libertad en esta vida es el camino”. “Culpables por la literatura” narra el lírico y arrebatado vivir de mi generación. Te conmoverá)

“Culpables por la literatura”. Germán Labrador Méndez. Ediciones Akal SA , 2017

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