Opinión

El jardín de los cerezos

El domingo pasado, el querido crítico musical Mariano Muniesa escribió en este periódico sobre aquella gira de Miguel Ríos en el 83, con Luz y Leño de teloneros. Si eres de mi generación, seguro estuviste allí.

Ay, eran buenos tiempos y yo viajé en aquel mítico autobús. Fue una de las experiencias más hermosas de mi vida. Íbamos tan alucinados que alguno preguntaba: “¿En qué ciudad estamos hoy?”. Pero te cuento, el 4 de marzo de 1982 estaba yo en los camerinos del pabellón de deportes del Real Madrid. Miguel grababa en directo su “Rock and Ríos”. En el vestuario Miguel estaba eufórico y poderoso como un atleta griego. Un masajista japonés dio los últimos toques a su cuerpo fibroso.

El pabellón a rebosar, aún no había llegado el desencanto y estaba allí una generación llena de sueños. Allí nació el “Rock and Ríos”, sin duda el mejor disco de rock de la historia de este país.

Tiempo después, Miguel decidió llevar adelante el sueño que acarició cuando era dependiente de una tienda de modas en Granada. Me llamó y me dijo: “Escríbeme un tema que tenga magia”. Nos encontramos algunos días en el café Comercial de Madrid. Recuerdo que le dije: “Parece como si los dioses soplasen sobre este jodido país. Como si alguien nos diese señales de humo. Como si fuese el momento justo para dar la salida a una gran aventura”.

Así sucedió. En la barra del café Comercial saqué la gastada libreta, arranqué una hoja. Allí estaba la letra de “La señal”. Miguel sonrió: “Es como un presagio”. Enseguida nació “El rock de una noche de verano”. Era el 83 y aquel autobús lleno de fiebre recorrió todos los caminos del país. Allí donde había silencio sonaron los tambores. Qué prodigiosa aventura, vamos, como cuando Magallanes recorrió por primera vez el mundo. Ay, fue una gira terapéutica, Miguel empapado de duende conjuró los miedos de aquella España machadiana de “charanga y pandereta”. Tuvo algo de catarsis colectiva.

Ay, “la vida es corta, entra en ella y vive”. Créeme, dentro del autobús parecíamos poseídos. Veo ahora a Thijs van Leer imperturbable en su asiento. A Tato Gómez y Mario Argandoña recitando versos budistas. Paco Palacios, todo el lado duro de Madrid en sus ojos. Miguel, a lo suyo, con su masajista japonés.

Basta, voy a contarte, hermano lector, el final que no se contó. Porque nadie sale indemne de una aventura así, de meses de gloria, frenesí y chicas golpeando en los camerinos. El autobús aparca en el parque de Berlín de Madrid. Todo ha terminado. Ay, amigo. Veo ahora bajar uno a uno a todos los músicos y técnicos. Como si se diesen de bruces con la intemperie. Como si de pronto nos encontrásemos desnudos. Como si abandonásemos el jardín de los cerezos de Eva. La depresión acosó.

Malas noticias esperaban a Miguel. Críticos de música de periódicos de gran tirada le llamaron despectivos “el gran colega”. Otros le acusaron de ser un vendido porque la gira había sido patrocinada por KAS. Miguel, entristecido, decidió comprarse una caravana y partir con la inolvidable Marga, su compañera de entonces, a la aventura por los caminos.

Pero lo que más me dolió fueron los Leño, tan queridos. No sospeché nada en la gira. Cuánto escuchamos “Sube a mi tren azul”. Rosendo dio la noticia: “Los Leño se disuelven. Preferimos que todo quede como un sueño y no entrar en el marketing y nos llamen vendidos los chicos de los barrios”.

Ay, Toni, su bajista, falleció. Paco Palacios, Sergio Castillo y alguno más tampoco están entre nosotros.

(Pasaron dos años, estamos en el 85. Mira que le dijimos a Miguel: “No, no lo hagas, no es el momento”. Yo le insistí: “Los dioses no soplan a favor como en ‘La señal”. Tozudo, invirtió una fortuna e invitó a Manolo Tena, que tampoco vive, a escribir la canción “Rock en el ruedo”. Persistió: “Recorreré las plazas de toros de España y todo será como aquel día”. Sus amigos insistimos: “No, no lo hagas, Miguel”. Ay, vaya hostia que se dio. Allí donde hubo cuarenta mil personas sólo asistieron escasos centenares. Pero “lo que amas perdura”. Después, los dioses le cuidaron y volvieron los buenos tiempos.) 

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