Opinión

"No te hará derramar lágrimas"

  

Hermano lector, hoy vamos a viajar al futuro. Lo que vas a leer está inspirado en el poema “Azafata cibernética” que está en mi disco-libro “Nueva Pulsación”). 

Ocho de la mañana. Me despierto. De inmediato, tomo la “máquina de los recuerdos”. La coloco en mis sienes y borra la pesadilla que me acosó mientras dormía. Mi cerebro queda limpio como los viejos sagrarios de las iglesias cristianas. Pulso el botón y mi robot “ayudante” pone sus dedos casi humanos en mi frente. Decide la ropa idónea para mi estado de ánimo. Hoy mi traje azul y mi corbata verde.

Ya preparó la ducha a la temperatura idónea, me refriega, frota mi cabello y después, con la toalla, me seca cuidadosamente. Hoy ha elegido música de The Doors para acompañarme. Me dice: “¿Desayuno clásico o pastilla vitamínica?”. Engullo la pastilla. Antes de salir, pasan por mi cerebro todos los acontecimientos, las noticias y catástrofes.

Son las diez de la mañana. Es el momento más importante del día. Como todo tecnociudadano he de pasar ante la máquina que detecta la mente. Capta si tienes algún pensamiento rebelde, alguna idea contestataria. Si suenan los pitidos, como cuando te llevas algo de un comercio, te paraliza, quedas inmóvil en la postura en que estabas. Individuos de la “Gestapo Digital” se acercarán, te llevarán al pabellón de asuntos psíquicos para ponerte en orden.

Ay, a veces te ocurre. Estaba grabado en tus genes, en tu educación, antes de pertenecer a la “tribu de la alegría”. Presientes aquel vago soplo lejano de la afectividad, de la amistad, del calor humano. De inmediato, lo confiesas a la “máquina madre”. Ella te libera de tus trastornos y de tus heridas más íntimas y desgarradas. 

Te tumbas. Pulsas “botón sentimientos” y recibes una descarga de afectividad sucedánea. El prospecto dice “superior a la relación con seres humanos”.

De pronto te acosa el maldito sexo que golpeó a tantas generaciones, antes de que pertenecieses a la tribu elegida. Allá vas. Pulsas el botón. Todo el erotismo sube por tus vértebras. Eliges en la pantalla lo que deseas. La vieja postura del misionero o la larga lista de vicios más oscuros. 
Tienes alternativa B: la cibermujer. Ya no es un robot.

Tiene sentimientos, te abraza y te dice las palabras más dulces. Su piel es casi humana. Conoce las artes de las geyshas. Incluso, si se lo pides, flagela. Las instrucciones dicen: “Libérese de los humillantes trabajos de conquistar a un ser humano”. Has de estar atento y ser dócil. La “Gestapo Digital” atrapa a los seres diferentes y miembros de la Resistencia. Persigue con crueldad a los centros clandestinos de desintoxicación tecnológica. Por todas partes te acosa el himno: “Tu máquina no te hará derramar lágrimas”.

(Orwell y Huxley avisaron. Ay, capítulo 58 del Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”). 

Te puede interesar