Opinión

"Serás el bardo de Auria"

La primera vez que lo veo trajeado como un dandi. Cierto, él y los suyos recibían los máximos honores de su ciudad. Ay, él dijo: “Quien no la haya visto tiene mucho de qué lamentarse”. 

Para mí fue una alegría hacer mi “plática” para Los Suaves. Los ciudadanos griegos regalaban a sus bardos favoritos, para honrarlos, una decena de damas vírgenes. Los troyanos les entregaban largos pergaminos que cantaban sus gestas. Los egipcios, cuanto oro cupiese en las palmas de sus manos. Los romanos cubrían sus cabezas con la divina corona de laurel. 

Te cuento, hermano lector. Yo quise honrarlos de una forma rockera. Llegué provisto de tres botes de cristal. Uno contenía polvo de laurel, en otro había hojas de laurel y en el tercero, con el que pretendía cubrirles, un potingue caldoso de laurel. Te juro, cuando iba a esparcirlo sobre su cabeza, su mirada radiante y herida me detuvo. Quizás también sus extensas barbas y largos cabellos bíblicos. Algunos estuvieron allí: “Todos los músicos que han pasado por la banda me han dejado un poso”.
Inevitablemente conté cómo su generación, que es la mía, quedó deslumbrada por el rock. Finales de los 60, éramos adolescentes cuando escuchamos por primera vez la voz desgarrada de Robert Plant. Fue desde los primitivos altavoces de los coches eléctricos en la Alameda. Ay, mil veces escuché “Stairway to Heaven”. Qué tiempos, en seguida todos a la biblioteca para traducir torpemente en el Larousse: “El flautista te está llamando para unirte a él”. “Escalera al cielo” nos volvía locos. Como en Casablanca (“Tócala otra vez, Sam”), nosotros no cesábamos: “Agustín, por dios, pónnosla otra vez”.

Allí estábamos: aturdidos, boquiabiertos y alucinados muchas horas sin movernos, lloviese o granizase. ¿Recuerdas? Las perennes “Autopistas Camarero” y las de Manuel Rois. Ellas fueron las primeras que nos dieron recado de los primeros “riffs” de Eric Clapton “mano lenta”. 

Hay mucho de cierto en la leyenda en que Yosi y su hermano Charly le pidieron a la vieja gitana que les echase las cartas. Ocurrió allá en la plaza del mercado, muy cerca de la caseta de Pilar, la panadera. Ella fue testigo de la escena. Primero, muy despacio, leyó el destino de Yosi: “Irás tras tu sino por los caminos, serás el poeta del lado oscuro, el bardo de esta hechizada tierra de Auria”. 

Barajó las cartas con la destreza de sus manos sabias. Miró a Charly: “Serás su compañero en la aventura. Pondrás cordura, arte, serás el de la sonrisa perenne y el que abraza a los vuestros”. La gitana envolvió el dinero en su pañuelo y reidora aún les dijo: “Tened tiento, ya conocéis la maldición gitana: ‘entre músicos os veáis”.  
(Como en un conjuro iniciático, el mismo día que Auria honró a Los Suaves, la parca se llevó a Manolo Caramés. Ay, Manolo fue su primer manager y el que los puso camino de la cumbre. Era íntimo de Gay Mercader;  a su lado trabajó en el primer concierto de los Rolling Stones en Barcelona en 1976. Lo recuerdo generoso, me dio dos entradas VIP para el concierto de la banda en Vigo en el 98. Él era el jefe).

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