Opinión

Tienes ‘baraka’

Acabo de tener una hermosa sorpresa. Ya sabes, la vida se ha vuelto amarga e incierta en estos tiempos cibernéticos. Para alcanzar tu sueño, has de trabajar duro, los vientos soplar a tu favor y sortear enredos y trampas.

Pues mira, justo el viernes estuve con alguien que tomó los cielos por su sueño. Permíteme que te cuente. Por el café Latino pasan todos los grandes del jazz. Jose, el propietario, sabe cuidar a estas camadas de ‘jazzmen’, esos tipos que se pasan la vida de aquí para allá dándonos luz y conmoviéndonos, tipos que aman desesperadamente ser libres, presienten que el abismo les acecha y conocen la cita “largo es el día para el que no ama”.

Pero que no se me vaya la olla. Corrían los años 90. Aquella noche actuaba en el local el genial Tete Montoliu. Vaya actuación. Se decía que Tete se había enamorado y su piano recorría con un temblor nuestras vértebras. Finalizó la actuación. Yo tenía cierta amistad con Peer Wiborys, su batería alemán de toda la vida. Conversábamos en la barra. De pronto, me fijé en un jovencito, tal vez de once años, que miraba alucinado a Peer. Entonces reconocí al muchacho: Dani Domínguez, hijo de Yosi, líder de Los Suaves.

Me acuerdo, le invité a unirse a nosotros: “Este chico será un gran percusionista, como tú”, le dije al alemán. Las mejillas de Dani enrojecieron de súbito. Wiborys se empujó un bourbon y contó: “¿Sabes?, cuando tenía tu edad, yo era un niño berlinés; por entonces terminaba la segunda guerra mundial, era 1945; imagínate, un niño andrajoso y perdido por las desoladas calles de su ciudad”.

Wiborys, continúa: “Te juro, vi a los primeros rusos entrar en la capital alemana obsesionados por tomar la guarida de Hitler. Hambre, miedo, minas, los gritos de alguna mujer desesperada. Los últimos francotiradores emboscados entre las ruinas de las casas y campanarios. Ya habían muerto los mil cuatrocientos generales del Führer”.

Dani y yo escuchábamos conmocionados. Wiborys miró fijamente al chico: “Esas imágenes me persiguen, mi alma es como un campo devastado, pero el jazz me salvó la vida”. Y tras una intensa pausa sentenció: “He caminado mucho y reconozco a los míos, tienes ‘baraka’, serás un grande de la batería”

Han pasado más de veinte años de aquel encuentro. Hoy, miércoles 18 de mayo, hay actuación de lujo en el Latino: Jorge Pardo, mítico saxofonista. Antes de comenzar, se acerca un joven alto de mirada cálida: “¿No te acuerdas de mí?”. Dudo. “Soy Dani. Hace muchos años Wiborys, tú y yo estuvimos justo en esta barra. Aquello impulsó mi vocación. Fíjate, hoy vengo a tocar con Jorge Pardo”. Te juro, percibí como aquel lejano día, la generosa presencia de Peer.
 

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