Opinión

¿Valores culturales comunes?

Jürgen Habermas, uno de los filósofos más importantes del panorama intelectual europeo, se refiere en su obra "La inclusión del otro" a los desafíos que plantea el panorama multiculturalista actual.Una cuestión,desde el luego, de palpitante y rabiosa actualidad. Sobre todo en un mundo en que los brotes xenófobos y racistas están a la orden del día.

"La inclusión del otro" plantea, además del reconocimiento del diferente, algo más profundo. Pienso en el carácter relacional de la persona, puesto que en un mundo individualista la persona se repliega sobre sí misma, sobre su problemática y pierde capacidad para ser consciente de los otros que están a su alrededor. Por eso, la realidad del pluralismo cultural también nos permite salir de nosotros mismos y buscar soluciones a uno de los problemas más complejos de nuestro tiempo.

Ciertamente, cada vez es más frecuente la existencia de estados pluriculturales o de identidades colectivas singulares que deben integrarse en un todo con partes diferentes. Pues bien, Habermas ofrece una sugerente reflexión que parte de un concepto de una ciudadanía pluricultural anclada en la adhesión voluntaria a unos principios constitucionales. Para Habermas es necesario educar a todos en una cultura política común.

Es bien sabido que Habermas es un decidido defensor de la Unión Europea y un decidido promotor, también, de reformas que mejoren los cauces de participación política de los ciudadanos europeos. En este sentido, el fiolósofo de Francfort propone una cultura constitucional europeo-occidental definida en términos supranacionales que plantea que lo que une a los ciudadanos es una cultura política común reflejada en la Constitución, pero no en la étnia. Es cierto, pero siempre que se convenga que estos valores culturales políticos comunes son los que han hecho reconocible a Europa como escenario de libertades, de democracia; en definitiva, como el conjunto de puntos de referencia que ha traído consigo el humanismo europeo. Como escribe Habermas, "la ciudadanía democrática no necesita quedar enraizada en la identidad nacional de un pueblo, pero, por encima de la pluralidad de formas de vida culturales diversas, exige la socialización de todos los ciudadanos en una cultura política común".

En definitiva, ante la crisis de Europa como proyecto cultural y político, hoy en manos de mercaderesy de burócratas, las reflexiones de Habermas en el libro que comentamos en el artículo animan a luchar contra esa temible fragmentación que nos acecha y por buscar puntos de encuentro anclados en una tradición de pensamiento que ha supuesto muchas conquistas que no se deben olvidar. Por eso hay que tener presente, ahora más que nunca, que la clave del futuro se halla en colocar otra vez en el centro del orden europeo, en la dimensión política, económica, social y cultural a la dignidad de la persona y sus derechos inalienables. Casi nada.

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