Opinión

Rajoy o la secuela de ‘El día de la marmota'

Desde las pasadas elecciones, los españoles han aprendido muchas cosas. Que Bertín Osborne puede ser un referente mediático y Nolito un fichaje estrella de la Premier League. También que dos partidos de izquierdas, aparentemente condenados a entenderse, pueden terminar tirándose de los pelos en una negociación de Gobierno rota antes de empezar. Los socialistas prefirieron entenderse con el nuevo 'centroderecha' –inolvidable fotografía del 'Pacto del Abrazo'– e Iglesias empezó a echar unas cuentas que lo llevaron al Unidos Podemos. Y al 'sorpasso'. Ah, el 'sorpasso'. ¡Qué palabra! Rajoy, mientras, leía el Marca y daba saludables paseos con su perro Rico. Y casi sin enterarse, llegó el 26 de junio. 

La digestión de los resultados de la noche de ayer nos devuelve a la casilla de salida. Pero no a la de diciembre. A la de antes. A la de la frondosa barba de Mariano Rajoy y a sus frases de registrador de la propiedad. Porque los resultados le dan los focos. Ahora sí que tendrá que intentar  la investidura y, a priori, dejar la pelota en el tejado de Pedro Sánchez. El socialista, tras volver a salvar los muebles, tendrá que decidir: dejar gobernar al PP o empezar a pensar en unas terceras elecciones. Dos caminos muy espinosos para un candidato que solo puede lucir en su expediente mantener el liderazgo en la izquierda –que no es poco– al mismo tiempo que sigue haciendo espeleología explorando el suelo electoral de su partido.

¿Intentar un PSOE-Podemos? Si no fue posible hace unos meses, más complicado parece ahora, después de que la confluencia dejase escapar un millón de votos, un puñado de escaños y el predominio en el relato. El 'asalto a los cielos' ya no será posible. Como se temía Íñigo Errejón, la unión con Izquierda Unida ni ha sumado ni multiplicado. Ha restado. Podemos parece haberse topado contra una pared y una pregunta: ¿son esos cinco millones de votos su techo electoral?

Albert Rivera, entremedias, ha quedado arrinconado. El coqueteo con el PSOE, los abrazos a rapaces refugiados y su viaje a Venezuela no le han dado demasiados resultados. Ha perdido 'flow' y diputados. Por sí solo volverá a no ser decisivo en la investidura de Rajoy, al que en teoría tiene vetado. ¿Saldrá ahora a pedir su cabeza? Después de los resultados de ayer, los argumentos para demandar un relevo en el timón popular pierden fuerza, pero siguen amenazando el bloqueo institucional. 

“Yo o el caos"

Con estos ingredientes en la cazuela, el 16 de julio se constituye un Congreso que se anticipa igual, pero diferente. Rajoy, reforzado, puede volver a mascullar entre dientes: “Yo o el caos”. Pero ahora con más fuerza. Porque con la alternativa de la izquierda cotizando a la baja, la primera vía remite al 'Mariano Presidente'. Si no fructifica su investidura ni se acuerda un relevo para Rajoy aceptado por la oposición, solo se parecen adivinar dos opciones. Que Sánchez lograse entronizarse recabando apoyos a diestra y siniestra, o encaminarnos a la secuela de 'El día de la marmota'. 

Volverían entonces las golondrinas, las reuniones públicas y secretas, las investiduras fracasadas. El mercado de fichajes, los candidatos independientes, los rumores de la Gran Coalición o el Tripartito. El pelearse con el concepto de la unidad de España, gritar "miedo" y recordar el 'Brexit' y Venezuela. 

Y si la situación sigue sin desencallarse, el fantasma de las terceras elecciones en apenas 12 meses –ahí es nada– empezará a coger un color cada vez más nítido. Ahí sí que será interesante observar la reacción de todos nosotros, los curritos. No por volver a votar –al fin y al cabo, inviertes un cuarto de hora de un domingo–, sino por sobrevivir a una nueva campaña electoral. Que, vista la escalada mediática, se desarrollaría directamente en los platós de televisión. Ana Rosa, El Hormiguero, programas con niños, cameos en series o dar los informativos. La imaginación de los asesores de campaña no tiene límite aparente para la tortura. 

Curiosamente, frente a esa omnipresencia de Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, los cabezas de lista provinciales seguirían el camino inverso. Después de esta última campaña, en la que como pudimos ver en Ourense se inauguró con éxito el mítin de incógnito y el buzoneo silencioso; una re-repetición los llevaría a pensar formas todavía más sofisticadas de no molestar a sus potenciales votantes. País.

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