Opinión

¿Se sabe algo?

Me levanté demasiado pronto y me acosté demasiado tarde. Empecé el día rascando el bolsillo para mejorar el rendimiento de un coche al que le salen canas y me quedé dormido con el teléfono sacando bandera blanca. 

El madrugón me permitió tomarme un respiro y dos buenos cafés tras saludar a quién inició este sueño hace ya 25 años. En el primero, en solitario, cayó cuatro veces la pregunta del millón. A medias entre caras amigas y desconocidos. Mi información no era distinta a la suya. Ninguna. En el segundo, en inmejorable compañía tampoco me libré. Ni a ella le pude aportar luz y eso que el lugar era el idóneo. La cafetería de un amigo con el que empecé a cogerle el gustillo a este deporte y a dos mesas de otros buenos aficionados y practicantes.

De ahí en adelante condena al estrabismo entre el teléfono y el ordenador. Me pareció que el Whats App cambiaba de color para camuflarse. Sin descanso. Primero para decir lo de siempre y después para bajar marchas a los que ya celebraban algo para lo que todavía no hay motivos.

Y es que, por mucho que a algunos les guste jugar al 'yo lo dije primero' y con la tranquilidad de no rendir cuentas si falla la moneda que tira al aire, nadie tiene ni idea de lo que va a pasar. El que presuma, miente.

Por eso, prudencia. Es cruel jugar con la ilusión de miles. Eso ya lo está haciendo la ACB y su compinche madrileño. Sigo confiando en que les paren los pies pero por desgracia es solo un deseo. No sé nada más.

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