Opinión

Al sol que más calienta

Para mí es uno de los defectos que más detesto. Lo cambiantes que son los principios y valores de algunas personas. Y por ello hay que tener mucho cuidado, como debieran tenerlo los partidos politicos a la hora de conformar listas o distribuir cargos. Uno se encuentra con un sinfín de sorpresas al contemplar como personas que antaño decían digo, a la vuelta de la esquina se cambian al Diego con una facilidad que asusta. La fidelidad, por desgracia, hoy en dia es una moneda devaluada. Conozco a una persona en un cargo relevante que en tiempos de Zapatero se manifestaba su inquebrantable amigo. Cuando llegó el PP, le dijo a un amigo común que él era de derechas de toda la vida y ahora me lo encuentro hablando maravillas de Pedro Sánchez. Tal vez por eso está en el mismo puesto de poder desde hace décadas. Triste realidad que ustedes y yo podemos constatar en cualquier momento.

Y la cosa, desde siempre. Desde aquel para mi sorprendente giro de uno que hizo lo indecible por ir al entierro de Franco y que se lo dejasen filmar en el Valle de los Caídos. Pues recuerdo muy bien que en las primeras elecciones democráticas de presentó en la lista del Partido Comunista. 

Y en todos los campos. En los momentos de cambio de rumbo aparecen enseguida personas que cambian de vestuario, tiran la chaqueta que tenían y se visten con la de la moda del momento. Y podría hablar en primera persona. Sujetos que te deben lo que son y que, al cambiar el “régimen” ni te conocen o saludan a lo lejos. Tengo un caso sangrante que a lo mejor algún día saco a la luz.

Vayamos a la sustancia. La fidelidad es algo que enaltece a las personas y que, practicándola, a la larga, la gente sensata lo constata y alaba. Poco debe extrañarnos la infidelidad cuando entre doce escogidos hubo un Judas que con un beso de amigo vendió por treinta monedas a quien le había elegido. E incluso los otros once, ¿dónde estaban en el momento del mayor crímen de la historia con la condena de un inocente?

Más aún. Hay varios pasajes bíblicos que manifiestan infidelidades clamorosas. La de Pedro y Judas, las mayores, pero los otros poco se salvan de la quema. Y en el sumum de la infidelidad un gobernador, Pilatos, que estaba convencido y lo dijo (“no encuentro en Él delito alguno”), colocándose al sol que más calienta y por si acaso el César le retiraba el sillón manda a la cruz a quien por tres veces había declarado inocente.

Estamos viendo en el cambio político español reiterados casos de infidelidades clamorosas. Es lógico que con el cambio de gobierno, el nuevo marque su línea y ponga a gente de su confianza. Lo hacen todos y para nada debe sorprender. Pero en ese batiburrillo de cambios debieran los gobernantes mirar, además de la valía y curriculo algo fundamental que es la fidelidad. Si son infieles al antecesor (este es un principio básico) lo serán llegado el momento, a los que le dan pesebre ahora.

Y a ello se añaden las remuneraciones. Por una nómina algunos son capaces de vender lo que sea. Y es grave cuando se vende la conciencia bien formada que es algo sagrado. Y de estos casos conocemos interminables listas. 

Recuerdo, para acabar, a un buen señor que textualmente me dijo que si le pagaban más dejaba lo que tenía y se hacía de lo que hiciese falta. Pensando así, le dije, conmigo ni cuentes para nada. Es fundamental en la vida rodearse de fidelidades marginando a los que van al sol que más calienta.

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