Opinión

Ante un nuevo año

Mañana termina un año en el que por todas partes hemos visto conflictos, divisiones, guerras, violencia de género y catástrofes naturales, todo ello muy lamentable. Acaso echando mano a la utopía, es el momento de pensar en positivo y hacer votos por un año mejor sin tanta crispación. La Iglesia, en el día primero de año celebra al Enmanuel (Dios con nosotros). Todos los Manueles y Manuelas celebran su onomástica. Pero sobre todo, oficialmente celebramos la solemnidad de Santa María Madre de Dios, día en el que los católicos dedicamos a la Paz. Justo el anhelo de todas las personas de bien. La paz en las familias, los países y en definitiva la sociedad entera. 

El Día de la Paz nunca debiera considerarse como una de esas fechas que se van salpicando por el calendario muchas veces de forma convencional. Este día es algo más serio que debiera pensarse y celebrarse como el deseo prioritario de este mundo convulso. En definitiva, mientras la paz esté ausente en el mundo nunca el planeta irá bien. La paz es la base de la convivencia y el sustrato que debiera movilizar seriamente a las organizaciones mundiales. Mientras la ONU y todos los organismos nacionales e internacionales miren para otro lado y traten de afrontar otros problemas, el ambiente será irrespirable.

Y precisamente la Iglesia Católica coloca en este día a la Madre de Dios. Día en el que originariamente se celebraba a la patrona de la diócesis ourensana, Santa María Madre. Por múltiples razones se ha trasladado desde hace unos años, en Ourense, para el 25 de marzo, fecha en la que, con la Encarnación, quedó constituida en Madre de Dios (Theotokos) como después ratificó el Concilio de Efeso.

Este concilio se celebró entre el 22 de junio y el 16 de julio del año 431, en Éfeso, antiguo puerto griego, en la actual Turquía. Es considerado por la Iglesia católica, por la Iglesia ortodoxa, la anglicana y por la Iglesia copta como el III Concilio Ecuménico. Una asamblea conciliar que contó con el fervor, apoyo y aplauso del pueblo que vitoreó a los obispos allí reunidos cuando declararon a la Virgen María madre de la única Persona que existe en Cristo que es la Segunda de la Santísima Trinidad, el Hijo que posee las dos naturalezas, la divina y la humana, como definieron los Concilios de Nicea, Constantinopla y Calcedonia.

Con gran sentido se coloca el Día de la Paz en este día porque, sin duda, una Madre es siempre el elemento fundamental de unión en la familia. Bien lo decía Castelao cuando afirmaba que “nunca un home deixa de ser neno no colo da sua mai”. En todo el mundo así se celebra y nada sería España, su arte, literatura, etnografía y en suma su idiosincrasia sin la devoción mariana que recorre toda la península. Celebramos a la Madre y ante Ella pedimos ese don preciado que es la paz tan necesaria en el mundo.

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