Opinión

Aristófanes

En medio de las convulsiones políticas en las que nos movemos, ha caído en mis manos nuevamente nada menos que el escritor griego Aristófanes, poeta, político, humorista y pensador. Todas las virtudes y todos los problemas de la democracia se vivieron ya en la Atenas del siglo V, modelo de las democracias posteriores, y fueron reflejados humorística e irónicamente, pero con un fondo serio, por Aristófanes, personaje atípico obsesionado siempre por la paz. Llega a decir que sin paz es imposible la libertad. Y para él los enemigos de la paz son también los demagogos y sus secuaces los delatores profesionales, aspirantes a cargos públicos, fabricantes de armas, y jefes militares. 

Afirma que la guerra lleva al mal funcionamiento de la democracia criticando el sistema de elección de cargos públicos, y las trabas burocráticas que envenenan la ciudad, y crean la corrupción secuela del ejemplo de los demagogos.

Dura es la crítica de la actuación de la clase política por su egoísmo, afán de lucro, medro personal y clientelismo. En resumen, caracteriza a los políticos “como gente poco recomendable y sospechosa de ambiciones turbias”. 

Es un gran defensor de los valores democráticos. Lejos de criticar las instituciones democráticas, vitupera los abusos y desviaciones de poder que se cometen en su nombre. Coincide con Sócrates en considerar la política como una actividad desinteresada que requiere cierta competencia y piensa, como Tucídides, que la responsabilidad de una mala política recae no sólo sobre los profesionales, sino también sobre el pueblo cuando se comporta insensatamente. Una crítica política  bastante justa en general pero intencionadamente exagerada y simplista por su propósito a la vez serio y burlesco. 

Defiende ante sus contemporáneos su derecho a hablar de justicia, de política, si bien de forma satírica creyendo en el papel de la educación como instrumento político. 

Tiene una frase muy dura y que, utilizada en general es injusta. Dice que “La democracia convierte al hombre en charlatán y pendenciero”.

Evidentemente el generalizar nunca es bueno. Pero es interesante que desde la cuna de la democracia ateniense, y ya en un primer momento, haya un pensador capaz de lanzar al público ideas que hoy podríamos llamar “políticamente incorrectas” sobre todo teniendo en cuenta del lugar en el que las profieren.

Con todo es necesaria una reflexión sobre el tema cuando en incontables lugares del planeta, pese a llamarse sistemas demócratas, los desmanes proliferan, la corrupción lo invade casi todo y la politica es entendida por algunos como un medio fácil de situarse en la vida para obtener grandes emolumentos. Por otra parte, y esto lo recuerda Aristófanes: “ni siempre llegan a la cosa pública los más preparados, cultos, con sentido común e inteligentes”. Y esto lo observamos en alocuciones que sonrojan por la falta de altura cultural.

Para que se alegren un poco termino con una anécdota que, evidentemente es simplemente eso, una anécdota. Aquel alcalde que llama al aguacil para que convoque una reunión de los concejales para el viernes. El aguacil le pregunta al alcalde: “Sr. alcalde y ¿viernes se escribe con b o con v ?”. Raudo le responde el Primer mandatario del Ayuntamiento: “Es igual, ponla para el martes”. 

Sin llegar a esos extremos descubrimos muchas veces que la incultura de algunos llega a extremos insospechados a todos los niveles produciendo sonrojo y vergüenza ajena. Por eso las ideas del pensador griego poseen una gran actualidad y sería interesante que más de uno se tomase la molestia de leerlo y seguirlo.

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