Opinión

¡Por favor, entiéndanse!

Las elecciones del pasado domingo han sido la lección que el pueblo ha dado contra la prepotencia, la corrupción y los devaneos políticos. Sólo así se comprenderá que en poco mas de tres años se haya pasado de aplastantes mayorías a solemnes batacazos de los dos partidos mayoritarios. Habrá sido el PP el más votado (una manera de consolarse) pero la realidad está ahí como lo está la gran caída del PSOE en feudos otrora suyos, por ejemplo A Coruña, Zaragoza e incluso Ourense. Solemnes caídas de los miembros del bipartidismo. Izquierda Unida y el Bloque, introducidos en candidaturas del momento, acaso por eso han disfrazado un tanto sus resultados. Y para UPyD fueron estas elecciones un funeral anunciado. Lo de CiU y la consulta soberanista, el soberanismo en general, ha llevado también lo suyo.

El voto a candidaturas emergentes en realidad lo es al cambio por algo nuevo y distinto y que acaso es la fruta del momento. Mal harían si ignorasen el riesgo de que son votos prestados. Es por eso por lo que han tenido estas elecciones una connotación: se vota a las personas y por ello se rechazan de plano protagonismos y rechazables prepotencias, sea en Madrid o Valencia como claros exponentes.

Falta ahora la segunda lección que toca dar a los partidos, con sensatez, mesura y equilibrio, sabiendo leer el mandato popular. Las mayorías absolutas son peligrosas porque producen empachos que se pagan. El pluralismo, si los "plurales" saben estar, puede ser positivo para el bien de todos. Las desavenencias internas corrompen. El diálogo y la convivencia constructiva es algo a lo que están llamados los elegidos. Caer en los mismos errores de quienes ahora se van les conduciría al ostracismo en las próximas elecciones generales que están a la vuelta de la esquina. De lo que hagan ahora los ganadores dependerán en gran medida las legislativas. 

Es la hora del cambio generacional, evitando espectáculos que se han dado en diversos partidos tirándose los trastos a la cabeza unos a los otros con insultos, descalificaciones y encarnizadas disputas bizantinas. ¿Por qué luchan y se afanan unos y otros amarrándose al sillón y creyendo que aquello es su huerto? Un testimonio antidemocrático. Difícil es convencer de que imprescindibles son los mínimos si es que los hubiere. Yo los desconozco. Así han obrado algunos que ahora han sido condenados al silencio. ¡Por favor, sin protagonismos, entiéndanse y gobiernen que es lo que el pueblo pide!

Vemos como se han troceado los partidos contribuyendo a la destrucción de grandes formaciones. Urge una ley que restrinja los mandatos sin que el dejarlos supusiese críticas y zancadillas al sucesor. Una enfermedad muy contagiosa. Si observamos la evolución de los partidos vemos como se han roto por intereses personales y por el empecinamiento de algunos negándose a dejar paso y a colaborar con sus sucesores. Llegar todos saben; irse es de personas de gran categoría humana. El progreso es precisamente eso: evolución y relevo porque la savia nueva enriquece, el poder prolongado corrompe y la indefinida permanencia en los cargos raramente beneficia al pueblo. ¿Será la hora de las listas abiertas?

Se habla de valores y alardea de espíritu democrático mientras no venga alguno que nos pise un callo porque se entera todo el mundo. Podíamos citar ejemplos muy recientes que han saltado a la luz con amenazas incluidas y que han llevado, junto con la corrupción, a los resultados del pasado domingo. A la hora de la confección de las listas todos están con buenas intenciones hasta el momento de desplumar a las gallinas, comerle los huevos o hacer un buen caldo con ellas.

Las recientes elecciones han sido toda una lección para todos. Yo me pregunto si reflejan la realidad o más bien el enfado por todo lo que decimos.

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