Opinión

El hábito de leer

Me da la impresión, y quisiera equivocarme, de que se lee poco; que cada vez el mundo de hoy está más preso a otras cosas que nos van ofreciendo los medios actuales. Los libros, todo lo escrito en papel, va pasando poco a poco. Tal vez en épocas futuras las bibliotecas se reduzcan al mundo de la informática que lo invade todo. ¿Cómo será ese mundo del futuro? Es un misterio. Y por este camino desaparecen las estilográficas, desaparecerán los bolígrafos y ¡qué sé yo a donde vamos a llegar! Ya les conté aquí una vez que en mi examen de ingreso al bachillerato llevado a cabo en el hoy Instituto Otero Pedrayo, siendo yo un niño de diez años, me echó una bronca Juliana Otero del Palacio, a quien nunca olvidaré, por escribir con bolígrafo cuando era necesario hacerlo con pluma.

Hace un tiempo, en un diario nacional, Alemany se preguntaba en un articulo si acaso ha llegado el final de los libros. Tal vez. Y llegaba a afirmar que ni Sócrates ni Jesús de Nazaret habían dejado nada escrito, lo cual demuestra, para el periodista, que se puede vivir perfectamente sin libros.

Algunos pensamos distinto. Como otra periodista que venía a dar una conferencia a los alumnos de bachillerato en mi instituto y lo hizo muy bien. Decía ella, aconsejando su profesión a los alumnos, que era preciso tener pasión por la lectura y también por la escritura. Leer mucho, también los periódicos. Yo les suelo decir a mis alumnos que, mientras esperan su medio de transporte, aprovechen para leer al menos las portadas de los periódicos y revistas, y que nunca se fijen sólo en uno para tener un abanico de opiniones sin cerrarse a una sola ideología que les empobrecería.

¿Son acaso internet y la cultura oral los que van a suplir a la escrita que prevaleció durante 5.000 años, como sigue preguntándose el autor que comentamos? Tengo mis reparos en admitir esos postulados y bien creo que cuando una biblioteca se quema, como la de Alejandría, las hogueras nazis o las mismas de la Inquisición, es una verdadera catástrofe irreparable, por mucho que Alemany argumente que tanto Sócrates como Cristo eran partidarios de la enseñanza oral. Y pese a que afirme que estos dos personajes fueron conocidos sobre todo por los “Diálogos” de Platón o por el Nuevo Testamento.

En China, uno de los consejeros del emperador Zhi Huang Di, llamado Li Si, el filósofo más original de la escuela legalista, propuso la destrucción de todos los libros que defendieran el retorno al pasado, lo que, en efecto, sucedió el año 213 antes de Cristo. Y Lao-Tse, había propuesto: "Eliminad a los sabios, desterrad a los genios y esto será más útil al pueblo. Suprimid los estudios y no pasará nada". Y en Rusia, escribe Steiner, "los poetas futuristas y leninistas hicieron un llamamiento a la destrucción por el fuego de las bibliotecas", porque sostienen que la historia del texto escrito ocupa apenas el 1% de nuestra evolución y el 99% es prehistoria. Francesca Serra en un trabajo afirmaba que "Erasmus y la imprenta se vio entonces como una tragedia, pero había allí un principio de democratización. El libro puede ser tanto un instrumento de progreso como de poder".

La historia del libro como el gran instrumento de emancipación (masculina y femenina) es real, merece ser contada. Falta por saber si el cambio de los libros a las pantallas cambiará esta historia de liberación y dominio. Sinceramente tengo mis serias dudas mientras sigo apostando por las bibliotecas tradicionales y por la asidua y reposada lectura. Siempre vienen a mi memoria imágenes de grandes humanistas mesando y pasando con mimo y cariño, con sus dedos, las páginas de sus libros.

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