Opinión

La fidelidad al Papa

Sin lugar a dudas, me imagino el calvario que está pasando el papa Francisco con incomprensibles ataques precisamente desde dentro de la Iglesia e incluso de estamentos bien cercanos. El episcopado mundial está reiteradamente apoyándole y dando ánimos. Surgen ahora en la Iglesia grupos que lo atacan y discuten sus decisiones y entre ellos algunos purpurados de los que lógicamente cabría esperar otra actitud.

El papa Francisco lo ha manifestado reiteradamente, es dialogante y acepta las criticas pero por el camino de la caridad. Minar desde dentro es el peor mal que puede acontecer a la Iglesia y, desde luego, está totalmente en contra del espíritu evangélico. Lo hemos dicho aquí muchas veces, que es necesario servir a la Iglesia tal cual ella quiere ser servida y las divisiones a nada bueno conducen.

Parece que desean impedir sus reformas como si el mundo y la fe fuese monolítica cuando el progreso y el avance son imprescindibles. Naturalmente, si vemos costumbres y modos de hace siglos hoy pueden chocar pero está ahí la evolución del dogma y la necesidad de que el Papa sea capaz de captar los signos de los tiempos de los que habla el Concilio Vaticano II.

Recuerdo siempre la visita que el entonces nuncio en España Luigi Dadaglio hizo a Ourense. Presidió una misa en la Catedral y allí habló del santo del Tameirón, San Francisco Blanco. Recordó el momento de su martirio y la frase lapidaria del mártir. Comentó que cuando estaba en la cruz le preguntaron sus fieles cómo iban a aceptar a los misioneros que le sucedieran y como descubrirían ellos si eran verdaderos católicos. San Francisco Blanco le respondió: “En la fidelidad al Papa”. Y añadía Dadaglio allá a finales de los años sesenta: “Hoy como entonces la fidelidad al Papa es signo de catolicidad”. La frase tiene una palpitante actualidad. Nos puede gustar más o menos el estilo de un papa o de otro, pero por encima de todo ello está la fe que debe ser inquebrantable.

Es curioso e invito al lector a que observe el estilo de los papas. Totalmente distintos en cada momento, pero todos sucesores de Pedro. Más aún, uno de esos signos de catolicidad está en la línea inquebrantable a lo largo de los siglos. Si la Iglesia ha ido adelante ha sido precisamente por esa línea marcada en cada momento por el papa de turno. Y solo así puede funcionar. Si vemos otros credos veremos como las divisiones y la falta de un líder común quebró sus credos. Los cismas en la Iglesia siempre acabaron retomando esa línea del sucesor de Pedro.

Y esto último es un signo más de credibilidad en la fe cristiana. Ha sido un consentimiento universal a lo largo de veinte siglos con interrupciones (los cismas) que como decimos, y pese a las divisiones ya sea con Miguel de Cerulario (1054) o con Lutero o Enrique VIII, siempre la parte fundamental ha permanecido fiel a Roma.

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