Opinión

La Pasionaria

Personalmente se lo había oído a una religiosa que la atendió al final de sus días, pero he esperado tiempo y ahora lo hace público la madre Teresa, una monja exclaustrada en aquellos tiempos y que, una vez que los jesuitas han dejado el Pozo del Tío Raimundo en Entrevías, ella sigue viviendo allí en aquel célebre barrio. Lo confiesa esta exmonja que fue testigo del regreso a la fe católica de Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, dirigente del PCE, cuando esta volvió a España de la mano del padre Llanos. A sus 93 años, vive sola en un piso cerca de donde vivía el padre Llanos y conviviendo aún hoy con gitanos evangélicos, musulmanes, ortodoxos y católicos como ella: “Tan a gusto, sin problema. Aquí ejercemos el ecumenismo real sin tensiones”, reconoció.

Cuenta que fue testigo de algo que se realizó en su día con toda discreción: cómo la dirigente comunista abrazó la fe católica al final de su vida de la mano del padre Llanos y ella llegó a comulgar simbolizando una síntesis entre Evangelio y marxismo. Algo que también cuenta Lamet en la biografía sobre Llanos. Ibárruri fue católica de gran devoción en su niñez y juventud. Pero se apartó de la fe al hacerse dirigente comunista en los años treinta, trabajando como criada y costurera. Se casó con un minero ateo y cambió la hoja parroquial en la que ya firmaba como Pasionaria por sus artículos en Mundo Obrero.

Nunca vio los expolios a la Iglesia con buenos ojos y Lamet cuenta que a su regreso a España devolvió a un convento en Madrid una imagen de la Virgen y un crucifijo incautado en la guerra por milicianos. El padre Llanos era el único miembro del partido que iba a verla al hospital, se quejó Dolores en su día abandonada por los suyos. Dice la madre Teresa: “Deseaba una buena muerte. Hablaba del asunto y llevó a Dios con ella, era muy delicada y educadísima y devota de la Virgen”.

Quedó firme a la orden del padre Llanos y de Díaz Alegría en aquellos años en los que el barrio estaba sin agua ni luz eléctrica. Los jesuitas fueron los líderes en el Pozo del Tío Raimundo y después se fueron, mientras la madre Teresa lleva allí 58 años. En las últimas décadas, el Pozo ha pasado a una convivencia tranquila con las distintas religiones que van asentando consigo los inmigrantes. La madre Teresa toma el mejor café en el bar de unos armenios ortodoxos. Los evangélicos la invitan a leer las escrituras en sus templos y contempla cómo los marroquíes se buscan la vida sin crear problemas más graves que el resto.

Hoy es uno de los mejores barrios marginales de Madrid, según ella, en comparación a los tiempos de la sarna y los techos provisionales de uralita. Allí colaboraron en su día Javier Solana con el padre de Gallardón, y el Lute era en ese entorno un activo de asambleas vecinales y reivindicaciones de base. Acaba afirmando: “Creo que sigo siendo monja. No lo sé, ni me interesa. Nadie me pide cuentas, solo las rindo a Dios, bajo mi responsabilidad”. Son los misterios insondables de un Dios que es Buen Padre y nos quiere.

Te puede interesar