Opinión

Medicinas a destajo

Recuerdo siempre a un gran médico ourensano que tenía un letrero en la sala de espera en el que decía: “Prohibido hablar aquí de médicos y de medicinas; de enfermos y de enfermedades”. Buen consejo porque, si se ignora, al entrar en la consulta todos dicen tener las enfermedades de cuantos en la sala estaban. Como cuando se va al supermercado a buscar una lechuga y al final se sale con el carrito lleno de cosas.

Pues ahora en esto de las medicinas como la Seguridad Social las facilita prácticamente gratuitas cada uno se hace en su casa su farmacia en la que hay de casi todo que al final caduca y hay que tirarlo. Grave vicio que pagamos todos con nuestras cotizaciones. En esto la responsabilidad de algunas personas está bajo mínimos.

Vicio con consecuencias nefastas ya que el automedicarse es un grave riesgo. Y así vemos como a cada refección algunos van cargados con el pastillero y allí hay de casi todo que incluso crea el placer de consumirlos presumiendo de ello. Es una moda más que se ha introducido en nuestros hogares.

E incluso le gusten o disgusten a los niños se le dan porque le vienen bien para su salud. Nunca vamos a esperar a que conozca lo que toma hasta llegar su mayoría de edad o su momento de equilibrio. Se le ponen inyecciones, se le dan remedios con un sabor poco agradable pero, como es bueno para ellos, se les da y punto. Se mira el efecto antes que el momento.

Todo este rollo viene a cuento porque se introduce la moda de que a los niños nunca debe bautizárseles ni darles los demás sacramentos hasta que ellos los pidan y acepten de buen grado. Una incongruencia teniendo en cuenta las demás facetas de la vida. Incluso en cosas tan insignificantes como puede ser la manera de vestir. Las madres le ponen la ropa que ellas creen oportuna y se acabó la discusión.

¿Por qué habremos de seguir el criterio contrario a la hora de bautizar a los niños si sabemos que aquello para ellos es bueno?

Porque el bautismo es mucho más que un baño de agua. Es un sacramento que, ciertamente, supone fe. Pero esa fe hay que cultivarla como cualquier planta en este caso con el testimonio y el ejemplo de quienes les rodean. 

Quienes, sin uso de razón todavía, reciben este primer sacramento lo hacen basándose en la fe de los que acompañan su niñez y esta compañía además de ser física y sanitaria posee algo más que es la parte espiritual del neófito, algo fundamental porque aquel bebé es bastante más que un simple animal, tiene una vida interna que poco a poco perfeccionará si cuantos les cuidan se ocupan de ello.

Por eso postergar los bautismos sería claudicar de un cúmulo de gracias que desde el ámbito de la fe son fundamentales para su madurez. Como en el caso de la eutanasia. Mientras hay vida hay posibilidad de conseguir méritos. ¿Quiénes somos nosotros para privar al enfermo de esos méritos que, desde el sufrimiento del lecho está consiguiendo el enfermo?

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