Opinión

Misión de todos

Es una realidad palpable que el cristianismo en general y la Iglesia católica en particular pasan por momentos nada fáciles. Habríamos de recordar, sin que esto sea consolador, que ha habido momentos tan difíciles o más a lo largo de la historia. Y en este contexto celebramos en el mes de marzo la jornada vocacional. Y en concreto la Jornada del Seminario, el pasado 19, que sigue siendo, con muchos o pocos seminaristas, el corazón de cualquier diócesis.

Con todo, sería necesario releer el Concilio Vaticano II, sobre todo en esta Cuaresma en la que estamos, para descubrir nuevamente que la Iglesia la formamos todos los bautizados. El bautismo iguala a todos, desde el papa hasta el último bautizado, y todos debemos tener delante el espíritu de las Bienaventuranzas y la Caridad fraterna que fue el gran legado de Cristo el día de Jueves Santo junto con la Eucaristía y el Sacerdocio. Pilares básicos que debieran motivar a los creyentes este tiempo litúrgico.

El mismo Concilio, en todos sus documentos, recuerda esta misión común y potencia la idea del laicado como fundamental. Sería absurdo catalogar en la Iglesia a los creyentes como de primera o de segunda. La fraternidad, que bien recuerda San Juan en su primera carta, es fruto de ser hijos de un mismo Padre. No podemos amar a Dios a quien no vemos, nos recuerda (IJn. 4, 20-21) si olvidamos a los que están a nuestro lado. Y en el siguiente capitulo da la razón de esta sentencia: “Conocemos que es verdadero el amor a los hermanos, si amamos a Dios” (I Jn. 5, 2), porque nunca se puede amar al engendrado sin amar al Engendrador.

El lema de este año para el Día del Seminario es bien claro: “Es misión de todos”. A todos concierne pedir y ayudar a cumplir uno de aquellos tres pilares que nos dejó el Jueves Santo: el Sacerdocio. El Seminario debe ser cuidado por la jerarquía diocesana pero ésta nada podrá lograr sin la ayuda de todos los fieles que debieran descubrir que es también sosa suya. Los creyentes, si son coherentes, debieran tener muy presente la ayuda de todo tipo al Seminario diocesano como exigencia de la fe bautismal.

Una de las exigencias del bautismo es ser santos y amar a la Iglesia con sus virtudes y también con sus defectos. Y el Seminario es ese imprescindible sector que debe ocupar nuestros mejores deseos y ayudas. Somos todos los bautizados los llamados a un esfuerzo cada día mayor. Al contemplar con tristeza como los seminarios y noviciados están medio vacíos, viene a mi memoria el papel de puño y letra que apareció en la mesa de despacho del obispo Blanco Nájera tras su muerte: “Lo que tú seas serán tus sacerdotes y lo que sean tus sacerdotes serán tus fieles”.

Para esta Cuaresma podría ser un tema de reflexión el interés y el esfuerzo necesario por los seminarios. Serio compromiso que es necesario asumir en nuestra coherencia.

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